viernes, julio 15, 2011

Chile: un estado de ánimo, por Roberto Ampuero.


Chile: un estado de ánimo,

por Roberto Ampuero.



Más allá de las demandas sociales acumuladas por decenios que alza una ciudadanía indómita, existe en el país un inquietante vacío de relatos ideológico-programáticos. Es tradicional el déficit de la derecha en la construcción de un corpus que enhebre los aspectos que aspira a materializar o perfeccionar desde el gobierno. Ella cree que con hacer bien las cosas, basta. Cree en la cifra, no en el verbo; celebra el dato, no la poesía, ignorando, de paso, que al mantener la política en lo cuantitativo, el adversario siempre puede exigir más y dejarla de mezquina. ¿Por qué cuatro y no mejor ocho? Queda, además, sin banderas inspiradoras para avanzar al futuro.





También es evidente hoy la ausencia de relato en la Concertación. Se agotó su discurso original que propugnó transición democrática y crecimiento económico. Eso se apagó mientras la Concertación estaba en el poder, y por eso de pronto no supo más para qué lo poseía. Pero fue una etapa en gran parte exitosa, y por eso ella no debe desmarcarse de su historia como administradora del modelo económico que heredó y celebró como prueba de su renovación política y madurez económica. Azora ver que sus representantes parecen haber olvidado ese rol y que hoy son también parte del problema que presentan las demandas ciudadanas pendientes. Cambiar es legítimo y sano, pero malo es hacerlo sin explicar por qué. Defrauda escucharlos afirmar que el lado de sombras que tuvieron en el poder lo impuso la oposición, que ésta los obligó a morigerar planes, que sus deseos eran otros. Me parece tarde para confesar que se hizo el trabajo a medias, pero magnífico el timing para encaramarse en la cresta de la ola de las exigencias callejeras.





La incapacidad de ambos sectores para construir relatos que fundamenten la responsabilidad de ejercer o querer ejercer el poder y que estén dotados de memoria y autocrítica, desperfila convicciones, dificulta el diálogo político, confunde a una ciudadanía ya impaciente y escéptica, y azuza rencillas. La ausencia de una narrativa aumenta en la gente la percepción de que sus líderes carecen de Weltanschauungen en un mundo cada vez más complejo, torna la política en actividad miope y del área chica, sólo dirigida a satisfacer ambiciones. Esa falta de relato que revele convicciones e itinerarios ha creado el actual vacío ideológico, en el cual pareciera dar lo mismo si es el sector privado o el Estado el que debe asumir un rol central en la sociedad, o si se condena o no el afán de ganancia (del cual nadie está libre), o en el que muchos ven al Estado como una panacea caída del cielo, administrada por santos y financiada por fondos ilimitados.





Una coyuntura como la actual, que incluye demandas de equidad y movilidad social; una clase política que no da el ancho para representar la diversidad nacional y la ausencia de ideas movilizadoras, abonan el campo para el populismo y dogmas rechazados en Occidente por quienes vivieron sometidos a ellos.





Sí, la ciudadanía espera que los políticos encuentren soluciones mediante negociaciones y el diálogo. Para eso, al final, les pagamos. Chile, más que un país, como sostenemos a diario, o un paisaje, como afirma Nicanor Parra, es un estado de ánimo. Como tal se nutre no sólo de cifras y soluciones concretas que se den a sus demandas y desafíos materiales, sino también de relatos inspiradores que entusiasmen y doten de sentido profundo, tanto entre jóvenes como adultos, al acto de escoger cada cierto tiempo la opción que proyecte un Chile mejor y posible.

domingo, julio 03, 2011

Educación: a debatir sin complejos

Educación: a debatir sin complejos


Andrés Chadwick P.
Senador,

Marcela Cubillos S. Ex Diputada



Como parlamentarios participamos, junto a diputados y senadores de RN, en construir un acuerdo con la Concertación para mejorar la calidad de la educación. Lo hicimos siendo oposición y no cedimos a presiones corporativas ni a protestas estudiantiles. Sorprende hoy el silencio de la Concertación y su entrega de liderazgo al Partido Comunista. Nosotros seguimos pensando y creyendo lo mismo para avanzar en la calidad educacional:



1) Creemos que la provisión mixta de educación básica y media es el mejor sistema para resguardar la libertad y avanzar en calidad. El Estado como sostenedor, a través de los municipios, es el que demuestra peores resultados. El hecho que un 68% de los profesores municipales ponga a sus hijos en escuelas particulares subvencionadas es en sí mismo un dato elocuente. El sistema necesita cambios en su gestión, que ya están comprometidos en un proyecto de ley que se enviará en septiembre, pero devolver los colegios al Ministerio de Educación es imposible, va contra la descentralización del país y en nada asegura una mejor calidad. Hace sólo tres años la Seremi de Educación Metropolitana, que en teoría administraría estos colegios, no era capaz ni siquiera de rendir cuentas de las subvenciones entregadas.



2) Creemos que la calidad de la educación se juega en el aula. Por eso hemos favorecido el aumento de las subvenciones y las modificaciones al Estatuto Docente para cambiar la gestión de los directores y la evaluación docente, posibilitando el recambio de ellos por malos resultados. Al mismo tiempo, se ha impulsado el mejoramiento docente a través de beneficios a los puntajes altos de la PSU que estudien Pedagogía.



3) Creemos que el camino no es el de las tomas ni las marchas, donde se repiten gastadas consignas y sólo se cosecha falta de clases y estudios, ¿y la calidad dónde? Al Gobierno le corresponde cumplir con las exigencias del calendario escolar, y a los padres que sus hijos asistan a clases. De lo contrario, los principales perjudicados serán ellos mismos.



4) Creemos que la educación superior ha dado un salto espectacular con las universidades privadas. Ellas reciben el 50% de los estudiantes universitarios y hay varias universidades nuevas que compiten mano a mano en calidad con las tradicionales (del Estado). Que en ambas realidades hay planteles que dejan mucho que desear, es cierto, y se necesita con urgencia mejorar la acreditación y la transparencia en la entrega de información para todas.



5) Creemos que pretender "demonizar" a las universidades privadas sólo porque les surgió competencia a las tradicionales es causarles un daño inimaginable a los jóvenes del país.



6) Creemos que las universidades tradicionales necesitan una mayor flexibilización en sus condiciones de competencia y mejoría urgente en sus gestiones. Pero también el compromiso de ellas de ser evaluadas en los objetivos a cumplir. Más recursos de todos los chilenos, sin control ni evaluaciones, negándose a competir por proyectos y queriendo disminuir sus competencias, no parece ser un postulado universitario del siglo XXI.



7) Creemos que los estudiantes universitarios de escasos recursos deben tener el máximo apoyo del Estado para financiar sus estudios. Preferimos un solo fondo solidario como el actual, fortalecido en sus aportes y abierto a todos los estudiantes universitarios sin discriminar por la universidad en la que el joven elija estudiar.



8) Creemos que la educación pública requiere de apoyo y lo estamos haciendo, sin demagogia ni ideas del pasado. Pero al mismo tiempo estamos orgullosos de los cambios que han provocado en Chile la educación particular subvencionada y las universidades privadas como motores de movilidad social y de igualdad de oportunidades para nuestros jóvenes.



El Presidente Piñera fue elegido con más del 50% de los votos para cumplir su programa educacional. Ha quedado claro con los días que los movimientos estudiantiles están "manejados" por la izquierda no concertacionista. Consignas como "nacionalización del cobre" o "asamblea constituyente", que en nada dicen relación con la calidad de la educación, los delatan de cuerpo entero. Conductas como las del rector Pérez, callado y sumiso años atrás y hoy marchando e impidiendo cualquier acuerdo, son decidoras sobre la politización del movimiento.



Lamentamos las marchas, los paros, y la pasividad de la Concertación. De la misma manera como defendimos juntos en el pasado los principios de la libertad de enseñanza y trabajamos por la calidad de la educación, hoy convocamos a todos los que no se han expresado a que lo hagan. La gran mayoría de los chilenos quiere libertad y calidad de educación, y así lo expresó en la última elección presidencial.

martes, junio 14, 2011

Entre devastados y aliviados, por Tamara Avetikian.

Entre devastados y aliviados,

por Tamara Avetikian.



Mis amigos peruanos están divididos entre los devastados por el triunfo de Ollanta Humala y los que aplauden que el fujimorismo no volviera al poder.


Para los primeros, ésta es una "gran involución" de un país que caminaba hacia el desarrollo a pasos agigantados; están preocupados porque ven "inconsistencia en el discurso" del Presidente electo; no confían en su entorno por la "gran disparidad de personajes", y no le encuentran a Humala "pasta de estadista". Eso, al menos, es lo que me han dicho algunos de ellos.


Entre quienes se sintieron aliviados porque Keiko no ganó, y así se "salvaron de la mafia fujimorista", hay dos vertientes: los que cruzan los dedos para que el Presidente electo no siga los pasos de gobiernos de izquierda transformados en populismos autoritarios, como el de Chávez, y quienes confían en que cumplirá sus promesas de respetar la libre expresión, la democracia, y la de mantener el sistema de economía de mercado del que "tanto se ha beneficiado el Perú", como dijo Mario Vargas Llosa.


Por primera vez en su historia, gracias a un crecimiento sostenido -en 2010 se empinó sobre el 8,8 por ciento-, los peruanos estaban destinados a dar un salto cualitativo en el nivel de vida de toda la población, no sólo de los bolsones de desarrollo en Lima y sus alrededores. Todavía más del 30 por ciento de los peruanos vive en la pobreza, y regiones enteras están al margen de los beneficios de la modernidad. Hablo de lugares que no sólo carecen de Wi-Fi o red eléctrica, sino hasta de agua potable. O sea, hay que imaginar a miles de mujeres que buscan el agua a cuadras de distancia para preparar la comida. Ni qué hablar de alcantarillado, inexistente en centenares de pueblos de la sierra y la selva.


Ninguno de mis amigos que apoyaron a Humala en la segunda vuelta votó por él en abril. Lo hicieron a regañadientes, porque ante la disyuntiva de un candidato de izquierda y la hija de un ex Presidente al que la justicia condenó por corrupción y violaciones de derechos humanos, preferían darle el beneficio de la duda al primero. Una apuesta arriesgada, que genera inseguridad. No sólo en Perú, sino también en los empresarios y los gobiernos de la región.


El mayor temor, a estas alturas, es que emigren las inversiones que han contribuido al despegue de Perú. Para los empresarios chilenos, es fundamental que Humala dé señales claras, como nombrar a un gabinete que genere confianza por ejemplo, de manera que les garantice que no cambiarán las reglas del juego. LAN y Cencosud confirmaron millonarios planes de inversión. No tenían alternativa. Otros pueden tomar el camino opuesto. Declaraciones como la del jueves, sobre impulsar una aerolínea estatal, no van en la dirección correcta.


Mis amigos peruanos que hoy confían en Humala me aseguran que su antichilenismo no es sino cosa de campaña. Sólo lo comprobaré cuando esté gobernando, pero, por ahora, no les creo.


miércoles, mayo 11, 2011

Osama bin Laden es el pasado, por Roberto Ampuero.


Osama bin Laden es el pasado,

por Roberto Ampuero.



La muerte de Osama bin Laden se convertirá en un hito imborrable para millones de personas en todo el mundo. A partir de ahora, nadie olvidará nunca qué estaba haciendo en el momento en que se enteró de la operación militar en Pakistán. Para muchos, el líder terrorista estaba muerto hace tiempo, y el anuncio tuvo el efecto de hacerlo revivir, de comprobar que aún existía. La mayoría estimaba que el hombre más buscado del planeta jamás sería hallado.


No hay que confundirse: Osama bin Laden está en boca de todos y parece vigente, pero en verdad pertenece al pasado. Estaba muerto hace mucho. Era un tipo aislado y asediado, que a partir del 11 de septiembre de 2001 vivió recluido en las montañas o en la disimulada fortaleza donde lo hallaron. Si bien seguía siendo -y quizás a partir de ahora lo sea con mayor fuerza- inspiración para muchos extremistas, carecía ya de mando efectivo en la lucha de sus huestes contra Occidente. Su muerte en Pakistán no sólo revela lo absurdo de haber iniciado una guerra contra Irak, sino también que conviene retirarse de Afganistán. El fin de Bin Laden cierra un ciclo que él inició y ofrece a Estados Unidos la oportunidad de redefinirse en materias esenciales.


Pero una oportunidad es sólo eso: una oportunidad. Uno la aprovecha o la pierde. El actual gran momento del Presidente Obama puede irse como el agua de entre las manos. De cara a la presidencial de 2012, la discusión puede empezar a girar ahora en torno a si el descubrimiento del saudí se debe a los demócratas o los republicanos, a la acuciosa recolección de información de inteligencia o a la tortura, a si hubo errores de procedimiento en la operación o si se debió haber capturado con vida a Bin Laden para juzgarlo ante un tribunal. La discusión puede descarrilarse.


Y es probable que ese peligro deje bajo la mesa temas esenciales en esta coyuntura. Lo son la economía, el endeudamiento, las pensiones, la salud y la migración, desde luego, pero también las guerras de Afganistán e Irak, y la recuperación del país que se perdió en 2001. Son interrogantes sensibles: ¿Tiene sentido seguir manteniendo 100 mil efectivos en Afganistán, en una guerra que ya cuesta 440 billones de dólares a un país en crisis presupuestaria? ¿No hubiese sido más efectivo destinar semejante volumen a mejorar las condiciones de vida en ese país? ¿Debe Estados Unidos seguir patrullando el mundo y financiando la seguridad de Occidente? ¿Tiene sentido tener hoy un ejército más poderoso que cuando existía el Pacto de Varsovia? ¿Está el país condenado a mantener por siempre un aparato de seguridad que devora cifras siderales y afecta la vida cotidiana del ciudadano?


Mientras los políticos estadounidenses sigan analizando el tema de Osama bin Laden con la calculadora puesta en las próximas elecciones y no como epílogo de un brutal capítulo del pasado, no lograrán restablecer el sentido común dentro de la política, ni dar respuesta a las interrogantes que oscurecen el horizonte nacional. Mientras los políticos sigan atados a declaraciones efectistas y que polarizan, no lograrán concentrarse en los retos que plantea la creciente pérdida de hegemonía de la superpotencia, ni dar el golpe de timón que Estados Unidos precisa.


Osama bin Laden es el pasado. Su muerte es la oportunidad que ahora tiene Estados Unidos para volver los ojos al futuro.


miércoles, abril 27, 2011

La libertad compasiva, por Karin Ebensperger Ahrens.


La libertad compasiva,

por Karin Ebensperger Ahrens.



Quisiera manifestar mi discrepancia con ciertas críticas que han surgido desde sectores afines al actual gobierno, frente a las medidas de la agenda social. Parto del supuesto de que el liberalismo económico se funda en la libertad, y que ésta no se aplica solamente al ámbito económico.


En el necesario desarrollo para salir de la pobreza, la racionalidad económica es una base indispensable, pero en ningún caso suficiente, para asegurar el avance hacia una sociedad más justa. La mera economía no puede aportar soluciones para una infinidad de problemas complejos en la sociedad. Por algo, grandes pensadores económicos -incluyendo al propio Adam Smith y a Friedrich von Hayek- fueron también filósofos morales, que hablaban de la necesidad de un consenso previo a la economía, que debe incluir virtudes asociadas a la libertad, como la confiabilidad o la lealtad. No bastan las leyes económicas si no van acompañadas de nociones mínimas de lo que está bien y lo que está mal en una sociedad. Y en Chile está mal la enorme desigualdad; es contraria a la lealtad mínima que esperamos de un sistema social.


En nuestra sociedad está bien que se busque el equilibrio macroeconómico y el crecimiento del PIB para avanzar hacia una sociedad de individuos libres y no dependientes del Estado. Pero está mal que en todos estos años demasiados chilenos no logren aún salir de la pobreza porque carecieron de oportunidades mínimas, o porque un Estado ineficiente hizo mal uso de recursos destinados a proveer salud, educación y jubilación adecuada a quienes por planilla se les retiraba su contribución, o a quienes el sistema no los incorporó desde la cuna. Si un gobierno no se hace cargo de esa injusticia de base y no actúa con una buena combinación de códigos morales y códigos económicos, podría debilitarse lo más importante en una sociedad: su cohesión interna.


Los vaivenes políticos en América Latina se explican porque las sociedades no encontraron parámetros validados colectivamente, porque los intereses de "clases" prevalecieron por sobre consensos mínimos de equidad. Al contrario, la prosperidad de las sociedades europeas, y del propio EE.UU. formado por inmigrantes, se consiguió porque esos pueblos lograron ciertos equilibrios sociales con un sentido de justicia compartido; si bien se basaron en el esfuerzo personal, la valoración de la libertad individual y de la economía de mercado estuvo siempre acompañada de un Estado subsidiario muy atento a ayudar a los más rezagados. No estoy propiciando la idea del Estado benefactor sobredimensionado que hoy es un obstáculo en muchos de esos países, sino la génesis de un sistema que pudo acompañar y sacar de la pobreza a millones.


La activa agenda social del actual gobierno de Chile ha sido criticada por quienes, con la mejor intención, quieren proteger los avances económicos logrados. Sé que es clave el crecimiento económico para generar empleos, la libertad de las personas para elegir por sobre los altos impuestos para distribuir y los equilibrios macroeconómicos para la independencia política, económica y soberana de Chile frente a imposiciones e inestabilidades externas, pero no puedo ignorar que hay sectores marginados para los cuales todo eso no basta. Y que si no se los apoya ahora ya, van a perpetuar en sus hijos el círculo de la pobreza. Creo que ministros como Felipe Larraín en Hacienda, preocupado de los equilibrios fiscales; Juan Andrés Fontaine en Economía, atento a la productividad y a los miles de pequeños empresarios que generan empleo masivo, y Felipe Kast, con una mirada sensible hacia los más postergados, son una combinación muy potente para avanzar hacia una sociedad más justa. Eso, en el entendido de que no puede ser a costa del crecimiento. Pero es legítimo que un gobierno -como todos los gobiernos de los países que prosperaron- combine la teoría con la práctica, la regla económica con una mirada abierta a la complejidad de una sociedad aún demasiado desigual.

miércoles, abril 06, 2011

Liderazgo político, por Gonzalo Müller.



Liderazgo político,

por Gonzalo Müller.



Lo vivido en las últimas semanas a partir del caso de la intendenta Van Rysselberghe, ha dejado en evidencia la pobre situación de nuestra política, enceguecida por los ataques y la lucha entre los distintos actores, aun dentro de las propias coaliciones y partidos. Mal habla de nuestra dirigencia su incapacidad de resolver las controversias y la presencia de la descalificación permanente del contrario, sin el mínimo respeto cívico.



El espectáculo generado en torno a la acusación constitucional contra la ex intendenta, ha dejado aflorar lo que la ciudadanía más rechaza de la política chilena: el privilegiar los intereses personales por sobre el interés general; la lucha por el poder en su aspecto más descarnado; la concentración de la agenda pública en un debate que no es tal, sino una larga lista de declaraciones grandilocuentes que buscan más causar daño al adversario que avanzar en soluciones. Y cuando la pequeñez campea, los ciudadanos sólo se pueden sentir defraudados.



En estas mismas semanas, el Gobierno ha desplegado una gran agenda social para ser debatida en el Congreso. Proyectos como el posnatal de 6 meses, la eliminación del 7% a los jubilados, el bono Bodas de Oro, han sido opacados por la lucha fratricida desatada sobre todo al interior de la propia Coalición por el Cambio. Más allá de la legitimidad de los intereses por cada uno defendidos, se hace impresentable ante los ciudadanos esta dicotomía, donde se deja de lado los que a ellos interesa —discusión de beneficios sociales— para concentrarse en lo que responde a ‘mi interés’ y ‘cómo puedo ganar una cuota más de poder o infringir una derrota “política” a mi adversario’.



Para ser justos, esto no aplica para la gran mayoría de parlamentarios que se han marginado prudentemente de este espectáculo, sino para aquellos que se han especializado en las acusaciones sin fundamento, en las declaraciones rimbombantes y sin contenido, en la estridencia que agota, pero que genera atención de los medios. Es a aquellos que no vale la pena ni nombrar, a los reyes de la pequeña política, la de la ventajita y el corto plazo, a quienes la ciudadanía debiera hacer responsables de este triste espectáculo.



Es en estos tiempos de desorden y caos donde se extraña la presencia de los verdaderos liderazgos políticos, esos capaces de ordenar a sus huestes, de poner en el correcto orden el debate, priorizando el bien común por sobre la búsqueda de pequeñas y fugaces demostraciones de poder.



¡Cómo nos podríamos haber ahorrado el triste espectáculo y la serie de errores cometidos las últimas semanas de contar con personas dispuestas a asumir estos liderazgos, sin pensar en los costos de corto plazo sino en los beneficios de largo alcance! ¿Qué incentivos perversos provocan que el mismo Congreso que fue capaz de avanzar y sacar adelante, con un acuerdo transversal, la reforma educacional, aplaudida por moros y cristianos, hoy haya sido incapaz de frenar o resolver la guerra de declaraciones? Nada desalienta más que ver a una clase política que llega al encarnizamiento por su inoperancia e incapacidad de lograr encontrar una solución.



La renuncia, ofrecida o acordada, ha dado un respiro y una oportunidad de recuperar el tono y la sensatez, de darnos cuenta que la política en cuanto a su capacidad de construir ennoblece, pero que la actividad pública bajo lógicas del solo interés personal o partidista genera el natural rechazo en un país que necesita de verdaderos liderazgos para avanzar al desarrollo.


jueves, marzo 31, 2011

Jugar a las escondidas, por Alberto Medina Méndez.


Jugar a las escondidas,

por Alberto Medina Méndez.


Es difícil comprender como hemos llegado hasta aquí. Aunque en realidad, cabría decir que mucho de esto era más que predecible.


La versión más inocente, dirá que los ciudadanos entendieron que algunas tareas no podrían resolverlas sin la existencia de una institución neutral, equidistante, objetiva. Así nacía la utopía estatal, ese engendro que resolvería lo que los humanos no podíamos por nosotros mismos. Debía ocuparse de las tareas encomendadas y para ello precisaría fondos, esos que solo podían financiarse con impuestos, es decir, quitándoles a los ciudadanos, su dinero, es decir una parte del resultado de su trabajo.


De aquel ingenuo comienzo a este presente hostil pasaron siglos, y en ese camino, lo que se presentaba como un mal necesario, parece haberse convertido mágicamente en la panacea, en el altar de las bondades.


Pero a las atrocidades del creciente desarrollo estatal, a la permanente vocación por apropiarse de recursos y libertades ajenas, en nombre de cuanta causa justa fuera capaz de crear, ahora se agrega la osadía del ocultamiento del uso de los dineros obtenidos.


A medida que los gobiernos avanzaron, se sofisticaron, se complejizaron, han inventado una maraña de normas, pérfidas ideas y extrañas argumentaciones, que los exime misteriosamente de mostrar que hacen con el dinero público, con ese que previamente le quitaron de forma arbitraria y compulsiva a cada uno de los ciudadanos, a esos que les gusta llamar “contribuyentes”, para evitar el nombre adecuado, el de saqueados.


Es que ya sabemos que cuando un particular le quita compulsivamente a otro su dinero, eso se llama robo, pero que cuando el que se lo arrebata, también por la fuerza, es el Estado, solo se llama “impuesto”, apelando a ese viejo eufemismo, moralmente aceptado.


Queda claro que la política y las corporaciones, han hecho un pacto de impunidad, de silencio cómplice. Nadie parece tener demasiado interés en revelar lo imprescindible, en hacer lo obvio, en plantear lo correcto. Se trata de no transparentar esos recursos, de no contar como aplican esos fondos.


El ocultamiento, la desinformación, la oscuridad en los números, les permite trabajar sin frenos, disponer sin explicaciones, no rendir cuentas y mucho más aun, utilizar esos dineros con criterios discutibles, las mas de las veces haciendo política, y en ocasiones rozando lo delictual, cuando no lo ilegal.


Para ello, han generado una creativa batería de ardides, extraños mecanismos, y retorcidos artificios para no enseñar nada, no divulgar cifra alguna con claridad. Y cuando todo eso no resulta suficiente, apelan a la especialidad de la casa, ignorar el reclamo popular hasta que la comunidad se agote en su propia falta de perseverancia cívica.


Cuando se usan recursos ajenos, y mucho más aun, cuando se trata de los que provienen de los bolsillos de los ciudadanos, esos que detrae de lo conseguido con esfuerzo y trabajo por cada habitante, bajo el más cruel mecanismo de la recaudación impositiva, lo menos que se puede esperar es una cuota de seriedad y algo de responsabilidad.


Sobre todo si tenemos en cuenta que quienes lo gastan, lo hacen en nombre de otros, y no a titulo propio. Son meros administradores y no propietarios de esos recursos. Deberían comportarse como tales.


Muchos dirán que el presupuesto aprobado por los cuerpos legislativos es suficiente. No es sensato creer que con publicar algunos renglones, cuyos conceptos son genéricos, ambiguos y difusos, puede alcanzar para cumplir con los preceptos elementales de cualquier democracia sana. Solo son generalizaciones, tramposas por cierto, elegantemente presentadas, disfrazadas de tecnicismos, que ocultan más que transparentan lo que implica cada asignación.


Los ciudadanos tenemos derecho a conocer hasta el último detalle del gasto de cada repartición, de cada oficina funcionario del sector público. Somos los legítimos propietarios de esos dineros, y lo menos que podemos esperar es que quienes han sido elegidos para administrarlos, no oculten nada.


No se trata de una pretensión exagerada, el ocultamiento, en todo caso, implica un despropósito, una inmoralidad indefendible. Y no deberíamos reclamarlo, tendría que estar publicado en lugares visibles, más aun en estos tiempos de disponibilidad tecnológica casi ilimitada. El dinero de todos no está para financiar propaganda de funcionarios, ni tampoco para solventar elogios serviles a personajes contemporáneos de la política.


La austeridad republicana debería primar como criterio para el gasto estatal, pero la visibilidad, la transparencia, la absoluta claridad de la administración de esos recursos de todos, no puede ser siquiera discutida.


Que los que usan el dinero ajeno sigan defendiendo eufemismos para rotular las partidas presupuestarias, justifiquen gastos reservados, y cierta cultura de seguridad pública para disponer a mansalva de lo ajeno, no puede sorprender. El que gasta con lo de los demás, siempre encuentra argumentos inteligentes para sostener su parodia.


Lo patológico, es que la ciudadanía, esa que es saqueada vía impuestos, de esos directos, y de los otros, valide semejante atropello, y que ni siquiera sea capaz de exigir el mínimo respeto cívico, ese que merecen los miembros de una sociedad. Su derecho a la verdad, a estar informados de donde esta cada centavo, de cómo se usa cada partida.


El esperpento estatal no solo tiene defensores, los más de ellos, esos que viven a sus costillas. Ahora la argumentación se ha perfeccionado, parecen intentar convencernos que no solo hay que gastar mucho, sino que también corresponde no rendir cuentas, ocultar todo y jamás hacer lo adecuado.


La política sigue abonando a su propio desprestigio, casi en caída libre. Ni unos, ni otros, ni los que están, ni los que estuvieron, ni siquiera los que mañana pretenden estar, se encuentran dispuestos a prometer algo tan elemental y básico como la transparencia. No esperemos milagros, solo la sociedad civil puede exigir lo que la política no está preparada para ofrecer. Deben tener sobrados motivos para no hacerlo. Parece mejor no preguntar demasiado. Son hábiles, capaces de dilatar respuestas comprometidas hasta el infinito. Son especialistas en jugar a las escondidas.



Para comunicarse con dos Alberto Medina Méndez por email: amedinamendez@gmail.com, por skype: amedinamendez, página web

www.albertomedinamendez.com

viernes, febrero 11, 2011

El secreto de la novela, por Roberto Ampuero.


El secreto de la novela,

por Roberto Ampuero.

¿Por qué en el mundo se sigue leyendo novela -y a menudo novela extensa- en una etapa en que escritura y lectura se ven influidas por la brevedad de los textos que circulan en Twitter , Facebook y otras redes sociales? A nivel internacional, la novela se continúa leyendo en forma masiva, pero ni cuento ni poesía repuntan en materia de lectores. Cabría suponer que con el auge de las redes sociales, en las cuales el mensaje es conciso e inmediato, el cuento y la poesía deberían contarse entre los grandes beneficiados, pero esto parece no haber ocurrido.



Hace algunos meses, en Berlín, escuché al escritor sueco Henning Mankell reflexionar sobre la resistencia de la novela ante el paso del tiempo. Y es que desde Don Quijote o Tristram Shandy este género literario palpita y se transforma sin cesar, a veces afirmando su condición de embuste, a menudo fingiendo ser historia verdadera. A Mankell también le causa curiosidad esto de que en la época de la comunicación circunscrita a 140 letras, la novela, incluso la novela extensa como la que escriben él o JK Rowling, siga gozando de salud y popularidad.



A su juicio, la causa radica en que el lector halla en la novela algo que no encuentra en el cuento, la poesía, el teatro o el cine: la morosidad. Para el escritor sueco, la novela brinda lentitud y prórroga, permite el examen en cámara lenta de los procesos de la existencia humana, cada vez más vertiginosa y por ello más agobiante. Aquello que deslumbra por instantes en un poema, un cuento o el diálogo de una pieza teatral, se despliega en la novela a lo largo de días, cuando no semanas, revelando en forma gradual perspectivas, dimensiones y profundidades que el tráfago moderno nos niega.



El planteamiento de Mankell viene del filólogo judío Erich Auerbach, quien en el siglo pasado, en su libro "Mímesis", estudió el tema de la "ralentización" en literatura. Citando clásicos de la literatura occidental, Auerbach muestra cómo ésta, al "lentificar" la existencia humana, nos regala una visión original de ella.



En la era de la comunicación instantánea y la información inmediata, de los videos musicales y las películas con escenas que duran segundos, en este mundo donde todo ha de ser rápido y eficiente, el lector de novela se sumerge en verdad en un sosiego posibilitado por la retardación de la realidad, mecanismo que a su vez permite desmenuzar los procesos y alterar el curso del tiempo. Pero hay algo más, en mi opinión. Cuando vivimos presa del vértigo y nos agobian la fugacidad de las cosas y la soledad, pese a los amigos en Facebook y las conexiones internacionales, la novela deviene, con sus tramas y personajes, una compañera leal y una experiencia nada fugaz.



A diferencia del espacio que ofrece la ventanilla de Twitter o Facebook, o la brevedad propia del poema y el cuento, la novela se presenta ante el ser humano solitario y estresado como una aliada que despliega durante días un mundo imaginario al que podemos entrar a riesgo de olvidar el real. No hay otro género que pueda acompañar durante tanto tiempo al lector como la novela. El diario o la revista, la película o el cuento, la canción, el poema o la pieza teatral son, en términos de consumo espiritual, efímeros y muy limitados en su duración. La novela, en cambio, tiene la virtud de retardar los procesos que narra y de acompañar al lector a través de los sitios, períodos y estados de ánimo que atraviese.



Así como la ralentización permite una visión diferente de la vida, la relativa duración de la lectura de una novela permite sentirla como compañera e integrarla a nuestra privacidad. Junto al talento del autor y la calidad de la obra, ambas características explican por qué, siglos después del nacimiento de la novela, el género esté tan vigente en el mundo de Twitter, Facebook , iPhone y Skype.

martes, febrero 08, 2011

Entre Twitter y la era de las pirámides, por Karin Ebensperger.



Entre Twitter y la era de las pirámides,

por Karin Ebensperger.



Desde tiempos inmemoriales, Egipto ha sido un Estado bisagra entre el mundo europeo, el asiático y el africano. Ahí se juntan dos océanos: el Índico, que a través del Mar Rojo y del Canal de Suez comunica con el Mediterráneo, y éste con el Atlántico. Antes eran caravanas, hoy modernos barcos gracias al Canal de Suez. Pero desde siempre un Egipto estable ha sido clave para el Medio Oriente. El petróleo y el comercio mundial dependen de los acontecimientos ahí, y su influencia en el mundo árabe, su moderada actitud respecto de Israel y su especial nexo con EE.UU. lo hacen un país fundamental.


Pero tanto el gobierno de Hosni Mubarak, como también EE.UU. e Israel no atinaron a captar que la pobreza del pueblo egipcio, sumada al autoritarismo de décadas, son incompatibles con los cambios globales que vive la humanidad, los mismos que hicieron caer a la URSS y transformaron a China. Mubarak, como otros gobernantes del Medio Oriente, no aprovechó sus años dorados para hacer reformas desde regímenes autoritarios a naciones con una potente sociedad civil y gobiernos legítimos. En el caso de Egipto, como en otros de esa región, sólo se ofrecía un régimen duro y laico al cual se oponen grupos fundamentalistas extremos. No se aceptó el surgimiento de una sociedad moderada y discrepante.


EE.UU. ha apoyado a esos gobiernos bajo el pretexto de que peor es la alternativa fundamentalista. Craso error. Ignorar por tantas décadas a las sociedades del mundo árabe, tratándolas como inmaduras o extremistas por parejo, ha sido una peligrosa falta de visión política, que incluso ayuda a la existencia de grupos extremos como Al Qaeda. Hoy, grandes masas de postergados, incluidos los palestinos, están desafiando vía redes sociales al establishment de los propios gobiernos árabes, y a la visión anacrónica con que EE.UU. ha influido en la región. Y así podrían perder a un aliado clave como lo es Egipto.


El mundo cambió y ningún rincón del planeta se puede mantener inmune a la actual influencia de la sociedad civil que se organiza en la web : así fue en Túnez y cayó el gobierno, así es en Egipto, y, guardando las proporciones, así fue en Magallanes y en Barrancones. Para bien o para mal, es el signo de los tiempos. Una sociedad civil en desacuerdo con una medida gubernamental se organiza vía Twitter o Facebook y puede mover montañas.


Por consideraciones morales y estratégicas, a los palestinos se les debe dar su Estado soberano, a las masas empobrecidas como las de Egipto las deben considerar sus gobiernos, y las potencias como EE.UU. deben ponerse al día en su forma de actuar en regiones como el Medio Oriente.


Lo demás es una bomba de tiempo, y no olvidemos que Israel tiene armas nucleares y que otros países de la región están tratando de obtenerlas también.


jueves, febrero 03, 2011

La visita de Obama, por Hernán Felipe Errázuriz.


La visita de Obama,

por Hernán Felipe Errázuriz

La visita del Presidente Obama, espero acompañado de Michelle, es un acontecimiento para la cooperación bilateral y para plantearse frente a Estados Unidos en un plano de menos desigualdad, y también es una oportunidad para que Chile asuma sus avances y debilidades, y se proyecte al mundo bajo fórmulas renovadas.



Barack Obama había postergado a Sudamérica; no la conoce; la visitará por primera vez. Más importante, debía estrechar sus lazos con Dilma Rousseff, Presidenta de Brasil, la única economía de clase mundial de Latinoamérica y con un potencial de hidrocarburos que puede permitir terminar con la frágil dependencia norteamericana del petróleo venezolano. La mandataria brasileña le facilitó las cosas con sus críticas a los derechos humanos en Irán, lo que Lula no hizo.



El Presidente Obama asumió estas realidades de manera inédita: anunció su viaje Sudamérica ante el Congreso de los Estados Unidos, con ocasión de su Mensaje Anual a la Nación.



En su gira incluyó a Chile y por buenas razones. Visitar Brasil e ignorar al resto de la región habría sido demasiado, y Chile adquirió una visibilidad internacional excepcional en 2010. Cómo enfrentó catástrofes impactantes en el mundo, el terremoto y el rescate de los mineros permitió que la Casa Blanca destacara nuestras instituciones democráticas, el modelo económico y el liderazgo del gobierno de Sebastián Piñera.



Chile ya no pasa desapercibido y debe capitalizar esa exposición, como también corregir las numerosas falencias que dañan su imagen. La violencia en Magallanes y en Rapa Nui, el mal estado de la educación y los índices de pobreza inaceptables, las ráfagas de disparos de delincuentes para despedir a las víctimas del incendio de la cárcel de San Miguel y algunas extravagancias de nuestras autoridades, son rápidamente cubiertos por la prensa mundial, con reportajes negativos para la imagen chilena. Es el precio de la fama que significa asumir lo bueno y lo malo y, también, mayores compromisos internacionales. Es lo que espera el resto del mundo y Obama: suponen que no eludiremos participar en temas globales polémicos, en programas de desarrollo para terceros países, operaciones para mantener la paz y en otras dimensiones en las que podríamos aportar. Ya no es creíble guardar silencio ante abusos que se cometan, sea en Corea del Norte, Irán, Cuba o Venezuela, o que permanezcamos impasibles frente al anacronismo de los organismos regionales y no es razonable que no tengamos misiones diplomáticas suficientes con residencia en África y ninguna en Asia Central ni en los países bálticos.

jueves, enero 20, 2011

Allamand y su Defensa, por Gonzalo Rojas.


Allamand y su Defensa,

por Gonzalo Rojas.

Nos encontramos en la calle, sólo tres días antes de su designación como ministro.



Fue cordial. Casi siempre lo ha sido conmigo, a pesar de nuestras diferencias respecto de lo que le conviene a Chile. Son cerca de 40 años de distanciamiento, desde aquella amistad infantil.



Me dijo que yo debería ser más abierto, que su proyecto de Acuerdo de vida en común era el único que garantizaba que no habría en Chile "matrimonio" homosexual (¿se lo habrá reconocido así al Movilh?) y, con entusiasmo, me animó a conversar.



Hablar. Ha sido la característica más positiva del persuasivo Andrés Allamand a lo largo de toda su carrera. Además, siempre ha afirmado que también le interesa oír, aunque esta segunda parte del diálogo no queda tan clara cuando se trabaja con él.



Esas serán, en todo caso, las dos actitudes por las cuales se lo juzgará. Porque Allamand ha escogido un ámbito en el que será evaluado día a día y no cada ocho años. Una tarea en la que competirá contra sí mismo, no como en Valdivia en que corrió solo y ganó sin contratiempos un cupo senatorial ya asegurado. Él lo sabe perfectamente, y aunque nunca ha estado sometido a ese tipo de medición -la que hace un jefe respecto de un funcionario-, si la ha aceptado, es porque está adecuadamente prevista dentro de su carta Gantt.



En junio pasado se afirmó en este mismo espacio: "Antes fue una travesía en el desierto; por ahora es la travesía de un vigilante; más adelante, cuando lo estime oportuno, será abiertamente la ruta del precandidato presidencial". Esta semana, efectivamente, Allamand ha considerado oportuno comenzar la travesía de su precandidatura presidencial.



Y ha escogido un buen lugar: Defensa. Podrá hablar públicamente sin decir casi nada comprometedor. Enfrentó su primera crisis y la resolvió con criterios de manual.



Lo importante vendrá en sus días de rutina, porque el ex senador ha encontrado un ámbito perfecto para recorrer todo el país, conocer a fondo las fuerzas vivas de las regiones, repetir consignas de buena crianza sobre la patria y la soberanía y, por lo tanto, posicionarse como un estadista supuestamente moderado e integrador. Todo en tono amable y sin contradictores, porque las Fuerzas Armadas no son un contrapeso del Poder Ejecutivo, como sí les sucede a casi todos los restantes ministros. ¿Le suena... Bachelet?



Dentro, en el gabinete, jugará ciertamente otras cartas. Ahí, en el secreto de las discusiones y de las negociaciones, su capacidad de aparecer por la espalda, su amplitud de maniobra, su ironía amable pero sagaz, descolocarán a más de un técnico... a casi todos más bien.



Pero en la esfera pública también tendrá que oír. Superado el caso Le Dantec, no van a ser los mandos uniformados quienes lo importunen, porque la disciplina seguirá los conductos regulares. Serán otros, serán las clases pasivas de las Fuerzas Armadas las que le plantearán sus demandas.



Clases pasivas no por su estricta condición previsional, sino por la pasión que experimentan hace ya años en el plano judicial, sometidas a oprobios y arbitrariedades que ningún grupo social sufre en Chile.



Ni en el Ministerio del Interior ni en el de Justicia han encontrado esos uniformados en retiro una acogida concorde con la igualdad que debe operar en el tratamiento de los derechos humanos. El desafío será ahora para Allamand, porque hasta hoy las promesas hechas por el candidato Piñera en su campaña siguen pendientes. El ministro tendrá que oír: después, él verá si se hace cargo.



En todo caso, haga lo que haga, él mismo ha escogido el camino de la subordinación. Ya no se manda solo y por eso, quizás un día distinto del previsto por el propio Allamand, el ministro se quedará sin Defensa.