Un tazón de su propio chocolate,
El senador Girardi se ha referido a un tema que, sin duda, inquieta a la Concertación: el pragmatismo que muestra el actual gobierno y que él llama una derecha «hinzpeteriana». Lo dice frente a la falta de agenda de una coalición opositora que no sólo aparece desarticulada y sin discurso, sino que es desbordada por una administración de derecha que va más allá de lo que ellos hicieron desde el gobierno en temas sensibles, como el tributario, los pueblos originarios y el medio ambiente. Aquí el senador Girardi ve que se está imponiendo una derecha pragmática y moderna por sobre otra autoritaria y que añora a Pinochet.
Es verdad que hay una derecha nostálgica del pasado, que echa de menos la mano dura e inflexible de “el general”, pero a esa derecha la sacó Lavín de la cancha hace mucho rato; esa derecha no está en este gobierno, como no estuvo con el candidato de la oposición del 99. Es comprensible que Girardi la eche de menos, y tiene razón, ya que esa derecha es fácil de derrotar: es un adversario predecible, una caricatura que se puede moldear, levantar y luego destruir hasta el fin de los tiempos. Pero los que participan y apoyan el gobierno del Presidente Piñera son otra cosa. Esta es una derecha que se dio cuenta de que es posible ganar y, más aún, es posible hacer un gobierno auténticamente popular, porque eso no es patrimonio de la izquierda.
En 1990, al llegar al gobierno, la Concertación realizó algo notable, que es importante reconocer: tomó el modelo de desarrollo de economía social de mercado y lo hizo propio. Primero, no modificó nada esencial y, luego, profundizó reformas, privatizó puertos, sanitarias y carreteras, consolidó el modelo previsional privado y mantuvo al país con niveles de crecimiento razonables. El mensaje era claro: la Concertación podía hacer lo bueno de la derecha —manejar bien la economía— y además lo hacía en democracia, con respeto a los derechos humanos y sentido social. Entonces, tomar las banderas del adversario estaba bien.
Hoy vemos cómo este gobierno y su coalición le arrebatan banderas a la Concertación y avanzan en medidas como el aumento tributario para financiar la reconstrucción, el aumento del royalty minero, la apertura al diálogo en el conflicto entre el Estado y el pueblo mapuche, el voto voluntario, entre otros.
Hoy el gobierno del Presidente Piñera y la derecha «hinzpeteriana», como la denomina el senador Girardi, le están dando a la Concertación un tazón de su propio chocolate. El mensaje al país es claro: la derecha puede también hacer lo bueno de la izquierda, ser independiente de los empresarios, manejar el tema tributario con pragmatismo, ser solidaria, pero además tener mano dura con la delincuencia, disminuir la corrupción, ser eficiente y llevarnos al desarrollo.
Como bien ha notado el senador Girardi, la derecha ya no es una caricatura del pasado. Hoy Chile tiene una derecha moderna, eficiente, dialogante, con visión de futuro, preocupada por crear oportunidades para todos, pero sin dejar de proteger a los más pobres y los más necesitados, inspirada en valores como libertad, solidaridad, fraternidad y el respeto por las diferencias. Esta derecha la encarna el gobierno del Presidente Piñera, con sus ministros y parlamentarios, con Hinzpeter y también con Larroulet, con Larraín y con Fontaine, con Larraín (Carlos) y con Coloma. Esa es la derecha que llegó para quedarse y que le hace bien a Chile, aunque le preocupe a la Concertación.