El 9,8% de los votos obtenidos por el candidato independiente a Diputado por el Distrito 23, Rodrigo García Pinochet, con una modesta campaña que competía contra los multimillonarios medios de la alianza y la concertación, son para nosotros un verdadero orgullo.
A pesar de haber pasado 20 años, de una campaña miserable de falseamiento de nuestra historia, y una abyecta acción de la derecha sindicándolo como el culpable de que perdieran el doblaje de ese Distrito, nos parece notable y meritorio.
Saquemos algunas cuentas importantes, en el distrito el independiente García sacó la mitad de los votos de la concertación, y proyectando su apoyo a nivel nacional superó con creces la votación del partido comunista, que el partido radical social demócrata y casi los mismos que los socialistas.
Demás esta advertir que García Pinochet sacó mayor votación que los humanistas, que Chileprimero, que los ecologistas, que el partido regionalista de los independientes, que el movimiento amplio social y que el Chile limpio, vote feliz.
Pensamos que los resultados que reseñamos, que ciertamente no son los que esperábamos, nos muestran, una vez más, que los agradecidos con la obra del Gobierno Militar no solo existen, sino que son un número significativamente alto.
Como enseñanza anexa nos señalan las dificultades de enfrentar a las maquinarias políticas de la concertación y la alianza, que con todos los medios del mundo organizan y definen a los ganadores de las elecciones antes que estas se realicen.
Ahora más que nunca es indispensable organizar un referente que tenga por objetivo la defensa de la obra del Gobierno de Pinochet, no como una remembranza del pasado, sino por el contrario con una mirada de futuro que evite los errores del pasado.
En muchos sentidos, la última elección presidencial y parlamentaria hizo historia. Es primera vez que la Concertación sale segunda en una elección presidencial, que elige menos diputados que la Alianza y que enfrenta una segunda vuelta sin gozar del favoritismo de los pronósticos. Pero en otra dimensión esta elección también ha sido histórica: es primera vez que el Senado contará con cinco mujeres entre sus miembros. La política ha sido tradicionalmente una actividad masculina y la Cámara Alta, la máxima expresión de ello. Nunca la representación femenina había sido tan grande.
A lo anterior se suma que cada una de estas cinco legisladoras son mujeres de reconocido talento y capacidad de trabajo, y tienen una trayectoria profesional y de servicio público sobresaliente. En pocas palabras, se han ganado con creces el sitial que les ha dado la votación ciudadana. Serán un gran aporte a la cámara que integrarán, al proceso legislativo y al país. Esto es alentador; demuestra que las mujeres se han abierto un camino y cada vez más se ha legitimado su rol en el servicio público. Queda mucho por avanzar: de 38 senadores y 120 diputados, el porcentaje de mujeres sigue siendo menor; nos alegramos porque cinco estarán en el Senado, pero la verdad debiéramos aspirar a que la cifra estuviera en el orden de la mitad en forma normal y permanente.
Lo he dicho antes: para lograrlo no creo que las cuotas sean el camino, sino el que se sigan abriendo oportunidades educacionales, laborales y de participación política. La Presidenta Bachelet ha marcado un hito, que va mucho más allá de su particular opción política. Ha mostrado que la sensibilidad es compatible con el liderazgo político y la eficiencia en la gestión. El apoyo con el que concluye su período, así como la baja votación que obtuvo en primera vuelta el candidato de la Concertación, demuestran la libertad con la que actúa el elector de hoy, que no se amarra a partidos ni coaliciones, y vota pensando en lo que cree mejor para el futuro. Cada día más, tenemos electores que actúan sin prejuicios; ello explica en buena medida el avance de las mujeres en cargos de representación popular.
Esto se expresa en diversos ámbitos. Así como hemos tenido una Presidenta de la República, es perfectamente posible pensar que podemos tener una presidenta del Senado, de la Cámara de Diputados y, en un futuro próximo, de la Corte Suprema. Ya no hay espacios que las mujeres no puedan ocupar. Así también se ha ido desdibujando la imagen de que hay profesiones femeninas y otras masculinas. La mujer puede desempeñar con eficiencia cualquier profesión. De hecho, escuchaba a un destacado economista chileno que reside en Nueva York decir que hay estudios que demuestran que en sociedades altamente desarrolladas y competitivas las mujeres están obteniendo mejores resultados educacionales en matemáticas, por ejemplo, y están recibiendo mayores niveles de remuneraciones que los hombres.
Hacia allá estamos avanzando. Las mujeres que se integran a contar del 11 de marzo al Senado y a la Cámara de Diputados, así como las que ya integraban ambas cámaras, son una luz de esperanza. Es de esperar que los partidos vean cuánto les conviene buscar y estimular liderazgos femeninos. Las mujeres se están abriendo paso simplemente porque son muy buenos candidatos y porque hacen muy bien su trabajo; el partido que no lo entienda así se irá quedando atrás. Chile está cambiando y lo está haciendo en la dirección correcta. Bien por todas las mujeres que se han ganado su espacio con talento y trabajo bien hecho.
Vengo llegando del cuarto cumpleaños de Sebastián. No el del candidato, sino el de mi nieto. Había una bruja que se robó tres animalitos, pero los rescató el león. La bruja asustó un poco a los niños, pero Sebastián los calmó, cuando la acusó de ser un mero títere.
El cumpleaños me puso en sintonía con esta temporada navideña en que estamos entrando, en que todos nos volcamos a quehaceres privados, quehaceres de familia, buscando la paz y el descanso. Pienso que si quieren prosperar los candidatos presidenciales, también tienen que ponerse en sintonía con ese espíritu de Pascua.
Por eso me sorprendieron Frei y Carolina Tohá el lunes. Frente a la imagen de La Moneda que se usa para hacer anuncios oficiales, la Tohá, con voz dura y expresión de asco, anunció, con Frei a su lado, una guerra de fin de mundo contra “la derecha”, y contra los “negocios” de Piñera, como si un negocio fuera una cosa sucia, como si el país pudiera existir sin negocios y, por tanto, sin empleo, sin producción, sin impuestos. Qué lejos estamos, pensé, de los tiempos de Aylwin, cuando se consolidó la economía de mercado en Chile. Qué lejos de marzo de 1994, cuando algunos amigos de Frei, sin miedo a mezclar negocios con política, invitaron a muchos influyentes empresarios extranjeros para acompañarlo en la transmisión del mando.
Mientras tanto, el comando de Frei hace cuentas alegres con los votos. Que si se suman los de ellos con los de Marco y Arrate, dicen, se da una inmensa mayoría “progresista”. Que como Marco y Arrate vienen de la Concertación, sigue intacta la “mayoría cultural” de ésta. Sin embargo, todos sabemos lo duro que fue Marco con la Concertación, por lo que también se podría decir que hay en Chile una contundente mayoría contraria a ésta y a favor del cambio. La verdad es que ni eso es tan así. Los votantes chilenos ya no están rígidamente aferrados a una tribu o a un partido o a una cultura. Son individuos que analizan los temas en sus méritos. El genio de Marco fue el de entender este nuevo Chile de gente libre y abierta de mente. Increíble que la Concertación no lo entienda, ya que es su obra. Ciega a su propia creación, insiste en la lógica del “Sí” y del “No”.
El éxito de la Concertación durante los últimos 20 años se debió a tres factores. El capital moral que le dio su heroica oposición a Pinochet; el haber reunido a dos de los antiguos tres tercios, y el haber realizado buenos gobiernos, sin hacerle caso a su minoría autoflagelante, opuesta al mercado y a los “negocios”. Los tres factores han perdido peso. La oposición a Pinochet es cada vez más lejana. Por eso mismo, el tercio del centro ya no tiene el deber moral de aliarse con la izquierda. En cuanto a los buenos gobiernos, somos muchos los que los apreciamos, pero pensamos que 20 años es demasiado, que a otros les toca, y que Piñera es bastante más inteligente, por decir lo menos, que su contrincante.
La elección del domingo fue un hito en la historia del país, porque la Concertación perdió su “mayoría cultural”. Todo hace pensar que ahora se está gestando una mayoría cultural alternativa: la del emprendimiento, la libertad, la inclusión y la pluralidad, con una protección social de siglo veintiuno, que nos permita no sólo depender, sino también superarnos.
La candidatura de Marco hizo posible que muchos dieran un paso hacia esa nueva mayoría, sin culpa. En la segunda vuelta, muchos de ellos harán la transición definitiva, permitiéndose votar por un candidato de “derecha”, justo porque ya votaron por Marco. Cabe que ahora la Coalición por el Cambio se abra y abra, para acogerlos y para que se sientan cómodos, como en casa.
Se pone la atención en los que llegan al Parlamento, porque obviamente les tocará una tarea destacada y exigente.
Pero no se debe olvidar a los que se van, porque pesa sobre ellos la atracción del vacío, la que puede llevarlos a las más variadas reacciones.
Por una parte, Enríquez-Ominami enfrenta la más triste de las realidades: tiene un capital del 20%, no quiere comprometerlo para el 17 de enero y, cuando quiera invertirlo a mediados del 2010, se le habrá diluido como nieve de octubre. Sin parlamentarios, sin partidos, sin prensa, bye, bye, boy, a pesar de sus arrebatos.
Por otra, Adolfo: aunque sólo sean tres sus parlamentarios, puede articularlos para que se constituyan en minoría decisiva. Para eso, debe evitar que la tentación democristiana que revivirá en ellos se convierta en pecado. Sin senaturía, su posición es mucho más precaria, pero con trabajo podría hacer del PRI una fuerza equivalente al PC y al PRSD. No es poco, pero para lograrlo deberá esforzarse mucho.
Gazmuri y Naranjo sí que lo van a pasar mal si no encuentran su lugar adecuado. Quizás trabajen como enlaces con los comunistas, ya que para muchos PS su propia baja y la llegada de los hermanos separados al parlamento es una oportunidad de pololeo que difícilmente dejarán pasar. Por algo Arrate ya recorrió ese camino.
A su vez, Alvarez y Forni, con 20 y más años de guzmanismo a su haber, debieran comprender que la elección perdida, puede ser batalla ganada si en vez de dedicarse a la actividad privada, vuelcan toda su experiencia y vitalidad, toda su excelencia y generosidad, a formar a jóvenes que los admiran y que quieren imitar sus compromisos.
Ninguno está muerto, a ninguno sólo le queda cargar adobes.