Posiblemente la mayoría de los chilenos no se ha dado cuenta de que mañana cumplimos 17 años, el mismo período que estuvo el Gobierno Militar, de presunta democracia “concertacionista”. Lamentablemente para los más humildes y las clases medias han sido pauperizadas, la “partidocracia” ha asfixiado al gobierno del, por y para el pueblo, para reemplazarla por una especie de monarquía constitucional.
Cuatro gobiernos, del mismo signo, se han sucedido, dejando a su paso solo una estela de incapacidad, deshonestidad, incumplimiento de las promesas, y un permanente “jugar” con las necesidades de los más humildes. La insatisfacción popular ya se puede palpar a simple vista, el engaño permanente simplemente no resulta.
Consideramos que el Domingo Chile no tiene muchos motivos para celebrar con la coalición oficialista. Han sido 17 años de voladores de luces, de ofertas irrealizables, de profundización de la inmensa brecha que separa a los más ricos de los más pobres, y un cúmulo de políticas muy bien publicitadas y marqueteadas, pero que como resultado final solo han tenido la dificultación de la vida a la ciudadanía.
La última gracia del conglomerado gobernante, ha sido la implementación, muy deficiente por cierto, del deficiente plan de Lagos para cambiar el sistema de transporte público en la capital. El resultado ha sido el que cabía esperar, un fracaso que ha dañado de manera irreparable la calidad de vida de las víctimas.
Negociados, sobresueldos, coimas, propuestas amañadas, malversaciones de fondos, desfalcos al erario nacional, pésima administración, favorecimiento de los amigos por sobre los intereses nacionales y anteponiendo sus intereses personales a los de aquellos que tienen méritos, designaciones por cuoteos vergonzosos, son el resultado de la administración concertacionista, que tiene un lindo discurso, pero ha demostrado escasa capacidad realizadora.
No existe ámbito alguno en que los resultados no sean algo más que deficientes, pero la gota que rebalsa el vaso es sin duda el Transantiago, donde han sido pisoteados los derechos humanos de millones de compatriotas, que reciben trato de animales, mancillada la dignidad de la mujer, a la que se ha sometido a vejámenes increíbles, la infancia marginada del sistema, por simple asfixia, los estudiantes y trabajadores segregados al impedírseles, por falta de espacio, llevar sus elementos de trabajo o de sus labores estudiantiles. No basta con las sonrisas ni declaraciones bombásticas de la mandatario, es preciso recurrir a los técnicos en la materia, cambiando de paso a secretarios de estado incapaces y asesores inútiles.
Insistimos en que necesitamos gobiernos “puertas adentro”, sobre todo después de cuatro administraciones que han prometido soluciones “concretas”, no han cumplido y además se han dedicado a viajar por el mundo. Chile necesita gobernantes “presentes”, de esos que no esconden la cabeza ante los problemas, con capacidad de resolución y conocimientos de la problemática nacional. No basta con palabras “llegadoras” o tonos sensibleros, con culpar siempre a otros, con explicaciones para todo, ni tampoco con caras sonrientes.
Hechos y no palabras, eso es lo que requiere el país.
Cuatro gobiernos, del mismo signo, se han sucedido, dejando a su paso solo una estela de incapacidad, deshonestidad, incumplimiento de las promesas, y un permanente “jugar” con las necesidades de los más humildes. La insatisfacción popular ya se puede palpar a simple vista, el engaño permanente simplemente no resulta.
Consideramos que el Domingo Chile no tiene muchos motivos para celebrar con la coalición oficialista. Han sido 17 años de voladores de luces, de ofertas irrealizables, de profundización de la inmensa brecha que separa a los más ricos de los más pobres, y un cúmulo de políticas muy bien publicitadas y marqueteadas, pero que como resultado final solo han tenido la dificultación de la vida a la ciudadanía.
La última gracia del conglomerado gobernante, ha sido la implementación, muy deficiente por cierto, del deficiente plan de Lagos para cambiar el sistema de transporte público en la capital. El resultado ha sido el que cabía esperar, un fracaso que ha dañado de manera irreparable la calidad de vida de las víctimas.
Negociados, sobresueldos, coimas, propuestas amañadas, malversaciones de fondos, desfalcos al erario nacional, pésima administración, favorecimiento de los amigos por sobre los intereses nacionales y anteponiendo sus intereses personales a los de aquellos que tienen méritos, designaciones por cuoteos vergonzosos, son el resultado de la administración concertacionista, que tiene un lindo discurso, pero ha demostrado escasa capacidad realizadora.
No existe ámbito alguno en que los resultados no sean algo más que deficientes, pero la gota que rebalsa el vaso es sin duda el Transantiago, donde han sido pisoteados los derechos humanos de millones de compatriotas, que reciben trato de animales, mancillada la dignidad de la mujer, a la que se ha sometido a vejámenes increíbles, la infancia marginada del sistema, por simple asfixia, los estudiantes y trabajadores segregados al impedírseles, por falta de espacio, llevar sus elementos de trabajo o de sus labores estudiantiles. No basta con las sonrisas ni declaraciones bombásticas de la mandatario, es preciso recurrir a los técnicos en la materia, cambiando de paso a secretarios de estado incapaces y asesores inútiles.
Insistimos en que necesitamos gobiernos “puertas adentro”, sobre todo después de cuatro administraciones que han prometido soluciones “concretas”, no han cumplido y además se han dedicado a viajar por el mundo. Chile necesita gobernantes “presentes”, de esos que no esconden la cabeza ante los problemas, con capacidad de resolución y conocimientos de la problemática nacional. No basta con palabras “llegadoras” o tonos sensibleros, con culpar siempre a otros, con explicaciones para todo, ni tampoco con caras sonrientes.
Hechos y no palabras, eso es lo que requiere el país.