Un largo proceso para limitar el poder
KARIN EBENSPERGER
La Constitución de EE.UU. es un librito delgado que contiene apenas 7 artículos y 27 enmiendas o agregados. Es aparentemente simple y está redactada en forma tan fácil y lógica, que cualquier persona con mínima instrucción la puede entender. Su primera frase ya indica su objetivo: "We the people...", "Nosotros el Pueblo, para formar una más perfecta Unión...", etc.
Sin embargo, tras simples palabras se esconden conceptos tan sabios y completos, que la Constitución redactada en 1787, sólo once años después de la independencia de EE.UU., no ha sido nunca modificada y rige hasta hoy a esa enorme democracia.
Mientras Fidel Castro anunció su retiro tras medio siglo en el poder, en EE.UU. se realizan primarias que, tras largos debates en todo el país, recién definirán los candidatos para una Presidencia que durará 4 años. En Cuba, un mero trámite para asegurar el poder de unos pocos. En EE.UU., un largo proceso para reflejar el consentimiento de los gobernados.
El objetivo de la Constitución de EE.UU. es un sistema político de libertades y equilibrios de poder, para lograr un gobierno lo suficientemente fuerte para garantizar los derechos de los gobernados ante posibles opresiones internas o externas, y que al mismo tiempo no concentre tanto poder como para transformarse él mismo en opresivo. Desde su ratificación por una Asamblea Constituyente en la ciudad de Filadelfia en 1787, generó un sistema político cuya esencia es su carácter subsidiario y representativo.
Es lo más moderno de los tiempos modernos, porque hace más de 200 años captó el espíritu que venía y se adelantó a su época. Hoy en día la política y la economía, hasta en China, intenta interpretar a la gente para crear sistemas más representativos y subsidiarios. Generalmente son deficientes, porque confunden el fin con el medio. El fin es siempre el bien común, la democracia es un medio para generar autoridades que lo promuevan. En muchos países la democracia es sólo el rito de votar, como suele ser el caso de las repúblicas latinoamericanas.
Mientras en política exterior EE.UU. comete muchos errores -Irak es el más reciente- en política interior sigue dando un espectáculo notable de civismo. Pero enfrenta un gran desafío, propio de las sociedades de masas: cómo evitar la actual tendencia mundial a promover candidatos atractivos para los medios de comunicación, por sobre pensadores profundos. Un futuro presidente de EE.UU. debe ser capaz de ofrecer las ideas y soluciones elevadas que se esperan de una potencia con semejante capacidad de influir en el escenario mundial.
KARIN EBENSPERGER
La Constitución de EE.UU. es un librito delgado que contiene apenas 7 artículos y 27 enmiendas o agregados. Es aparentemente simple y está redactada en forma tan fácil y lógica, que cualquier persona con mínima instrucción la puede entender. Su primera frase ya indica su objetivo: "We the people...", "Nosotros el Pueblo, para formar una más perfecta Unión...", etc.
Sin embargo, tras simples palabras se esconden conceptos tan sabios y completos, que la Constitución redactada en 1787, sólo once años después de la independencia de EE.UU., no ha sido nunca modificada y rige hasta hoy a esa enorme democracia.
Mientras Fidel Castro anunció su retiro tras medio siglo en el poder, en EE.UU. se realizan primarias que, tras largos debates en todo el país, recién definirán los candidatos para una Presidencia que durará 4 años. En Cuba, un mero trámite para asegurar el poder de unos pocos. En EE.UU., un largo proceso para reflejar el consentimiento de los gobernados.
El objetivo de la Constitución de EE.UU. es un sistema político de libertades y equilibrios de poder, para lograr un gobierno lo suficientemente fuerte para garantizar los derechos de los gobernados ante posibles opresiones internas o externas, y que al mismo tiempo no concentre tanto poder como para transformarse él mismo en opresivo. Desde su ratificación por una Asamblea Constituyente en la ciudad de Filadelfia en 1787, generó un sistema político cuya esencia es su carácter subsidiario y representativo.
Es lo más moderno de los tiempos modernos, porque hace más de 200 años captó el espíritu que venía y se adelantó a su época. Hoy en día la política y la economía, hasta en China, intenta interpretar a la gente para crear sistemas más representativos y subsidiarios. Generalmente son deficientes, porque confunden el fin con el medio. El fin es siempre el bien común, la democracia es un medio para generar autoridades que lo promuevan. En muchos países la democracia es sólo el rito de votar, como suele ser el caso de las repúblicas latinoamericanas.
Mientras en política exterior EE.UU. comete muchos errores -Irak es el más reciente- en política interior sigue dando un espectáculo notable de civismo. Pero enfrenta un gran desafío, propio de las sociedades de masas: cómo evitar la actual tendencia mundial a promover candidatos atractivos para los medios de comunicación, por sobre pensadores profundos. Un futuro presidente de EE.UU. debe ser capaz de ofrecer las ideas y soluciones elevadas que se esperan de una potencia con semejante capacidad de influir en el escenario mundial.
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Esta meritoria analista internacional nos demuestra que la mujer puede ser a la vez inteligente y buena moza.