DESVERGONZADO FRAUDE EN VENEZUELA,
por Alejandro Russell O’Kuinghttonss.
Para los que estamos
acostumbrados a vivir en una democracia limpia y transparente, donde los votos
se cuentan uno a uno, en un acto público y con apoderados de las distintas
tendencias; donde se confeccionan públicamente actas por cada mesa al final del
proceso y donde todos los conglomerados políticos pueden llevar sus propios
registros de lo que ocurre minuto a minuto; donde la prensa informa permanentemente
lo que se está desarrollando e incluso la televisión con todos sus canales
transmiten en directo la apertura y lectura de votos… el acto electoral que
ayer observamos en Venezuela es una soberana vergüenza.
Por primera vez en
años TODAS las encuestas daban por ganador al candidato opositor, Henrique
Capriles. El ambiente en todos los rincones de Venezuela mostraba un ansia de
cambio, tras catorce duros años de dictadura marxista. La inmensa mayoría de
los venezolanos confió en que por fin se liberarían de un Gobernante corrupto,
prepotente, ordinario, malévolo; que despilfarra la hacienda pública sometiendo
a una verdadera esclavitud a la inmensa mayoría que lo rechaza, y que
pisoteando a su propio pueblo da sustento a los pocos escollos comunistas que
subsisten, como Cuba, y a otros haraganes del fenecido marxismo como Evo
Morales, la señora K y otros.
El problema es que el
pueblo venezolano no sabe qué significa la palabra democracia, no sabe de actos
electorales limpios y transparentes. Y a tal extremo que se someten a los
veredictos del fraude y la mentira permitiendo ilusamente que el peor tirano de
su historia los pisotee y subyugue sin respetar sus reales derechos. Hasta el
propio líder opositor, Henrique Capriles se sometió vergonzosamente, admitiendo
una derrota fabricada entre cuatro paredes, sin exigir limpieza y la
intervención debida de los tantos observadores que llegaron al país a ver los
resultados por televisión, sin controlar el acto como se debiera.
Insisto, para los que
estamos acostumbrados a la democracia limpia, lo que observamos el domingo fue
una infamia gravísima a los derechos de todo un pueblo.
El sistema
eleccionario venezolano manejado en forma cerrada por un “Consejo Nacional
Electoral”, de dudosa independencia, que recibe computacionalmente los votos
electrónicos que la ciudadanía está emitiendo; no deja de ser sucio y antidemocrático.
La gente vota en un computador y su opción automáticamente va al Consejo
mencionado, luego le entregan un comprobante que no es un voto porque no figura
en él los nombres de los candidatos, y ese comprobante lo depositan en una urna
secreta. Pero a la larga ese comprobante para lo único que sirve es para
conocer el número de personas que votó en cada mesa, pero no la opción elegida,
ya que esta se realizó computacionalmente.
En que termina todo
ese ridículo show, en que el “Consejo Nacional Electoral” se esconde a puertas
cerradas con toda la información emitida electrónicamente por la ciudadanía, y
sale de ahí cuando ya cerraron todas o la gran mayoría de las mesas, y entrega
un resultado que a nadie le consta que sea verdadero. Es más, fue vergonzoso
ver a la jefa de ese Consejo, Tibisay Lucena, con una sonrisa que irradiaba
felicidad, dar un discurso al más puro estilo “Chávez”, hablando de la
republica bolivariana y de las fuerzas armadas bolivarianas (se cuidó sí de no
nombrar la “revolución bolivariana”, ese privilegio lo guardó para su Jefe), y
luego entregar un resultado absolutamente mentiroso.
¿Dónde estuvo la
prensa todo el día?, ¿Y la televisión?, ¿Y los miles observadores
internacionales que llegaron al país a “fiscalizar el proceso”?
Ellos tuvieron acceso
a los locales de votación, a entrevistar a la ciudadanía, a mostrar el ambiente
que se vivía en todos los rincones del país… y nada más. Nadie vio abrir un
solo voto y la información electrónica tampoco estuvo al alcance de nadie. En
la tarde los hoteles estaban llenos de gente, ellos eran los observadores que
fueron a controlar el acto, y estuvieron allí hasta que se les comunicó que
concurrieran al Consejo nacional Electoral, ya que este “había decidido” que
resultado entregar.
Eso es una burla, eso
no es democracia, eso es un sucio sometimiento de todo un pueblo.
Estoy seguro que
todos los Presidentes latinoamericanos (Piñera incluido), y de otras partes del
mundo, ya enviaron sendos y emocionados saludos al dictador Chávez. Pero
ninguno tuvo las agallas de enrostrarle su mugrerío y desvergüenza.