Gobernar para el país o para el ego: las encuestas,
por Sergio Melnick.
Somos un país cuya población, en los temas públicos, en general desprecia los datos. Nos movemos, mayoritariamente, con puras opiniones y emociones. Por eso nos equivocamos tanto. Por ello somos tan fluctuantes. Por ello es un enorme error gobernar por las encuestas. Popularidad, no me canso de repetir, no es lo mismo que buen gobierno.
La ex Presidenta Bachelet fue literalmente despedazada por las encuestas durante los tres primeros años de su mandato, y glorificada en el último. La población que evaluaba era la misma. ¿Cómo es posible? Los datos, entre tanto, siempre mostraban un pésimo desempeño. Más aun, las mismas personas que fustigaban el accionar del Gobierno en transporte, corrupción, salud, educación evaluaban bien a la Presidenta. ¿Cómo es posible?
Hay que enfatizar lo esencial: lo relevante de un gobierno son sus obras, no las intenciones ni la popularidad. Es más, las buenas políticas públicas muchas veces son inicialmente impopulares. No es popular subir el precio del Transantiago, pero es una sangría que debe parar. No es popular ajustar las plantas de empleados públicos desbordadas y abusivas. No es popular reasignar presupuestos para resolver la emergencia. No es popular desalojar chiquillos ignorantes que hablan de políticas de educación repitiendo monsergas mal escuchadas. No es popular decirle al rector de una universidad pública que debe ser eficiente. No es popular cortar fondos a ONG apitutadas políticamente.
En la reciente encuesta CEP, la impresión de los chilenos en relación a la economía es que está sólo más o menos. El mismo día el Gobierno colocaba un bono en el exterior, con un éxito —medido en la tasa de interés— sin precedentes, producto de la apreciación informada de cientos de analistas técnicos que evaluaron profesionalmente cómo estaba la economía. ¿Quién tiene la razón? Bueno, cuando se trata de cosas verificables, sin duda tiene la razón quien entiende los datos. La Presidenta Bachelet perdió empleos, inversión, productividad, crecimiento, aumentó la pobreza y empeoró la distribución del ingreso, y fue bien evaluada. Ahora la economía crece vigorosamente, se crean empleos sólidos, crecen las exportaciones, aumenta la eficiencia del aparato público, se paró el despilfarro.... $40 millones al mes se gastaban antes en La Moneda en flores y Bachelet entregó al ministerio de la cultura en el Dicom. ¿Quién lo puede entender?
Ahora, si las preguntas de la encuesta son sobre percepciones y opiniones, entonces los datos no son tan relevantes. Cuando la encuesta CEP señala que la población percibe a Piñera como lejano, eso es efectivamente muy significativo. Da una señal si se quiere buscar popularidad. Pero ser más cercano o más lejano no está necesariamente correlacionado a la calidad de las políticas públicas, lo que realmente interesa. Lagos no es una persona cercana y tuvo gran popularidad al fin de su gobierno, y cometió errores garrafales. Bachelet era cercana, y fue castigada mucho tiempo por las encuestas. Más aún, tampoco está claro que la popularidad sirva en las elecciones: Bachelet igual perdió el gobierno para la Concertación.
En la última encuesta Adimark, las opiniones no favorecen a Piñera; baja su popularidad y aumenta su rechazo. Sin embargo, la evidencia de los datos habla completamente diferente, quizá con excepción del tema de la delincuencia y la corrupción estatal, áreas en que es abiertamente reconocido y premiado, subiendo su aprobación. A diferencia de Bachelet, el Gobierno es mejor evaluado que el Presidente, lo que es notable en ambos casos. Los ministros los selecciona y dirige el Mandatario. Bachelet se posicionó públicamente como una especie de Jefa de Estado, dejó de gobernar, viajó mucho y así ganó popularidad. Pero sus resultados fueron lamentables. En síntesis, las encuestas son malas consejeras, y sí son buenas pistas para investigar.
Espero que Piñera no caiga en la tentación de las encuestas. Que mantenga el timón firme, camino al progreso y la buena administración. A la larga eso siempre será reconocido, las obras quedarán y los datos serán la historia que va a mandar. Una economía que genera empleos reales es un tesoro. Dar la guerra a la delincuencia es otro tesoro. Terminar la corrupción, una necesidad. Ordenar el aparato estatal, un imperativo. Terminar la extrema pobreza, un mandato moral. Ordenar la salud pública, una urgencia. Hincarle el diente a la educación, una urgencia. Es decir, gobernar para Chile, no para el ego.