viernes, noviembre 07, 2008

La oposición que queremos.


Hemos detallado muchas veces las funciones que corresponden al Ejecutivo y a la oposición, los que al parecer siguen bastante difusos en las “mentes” extraviadas de algunos de nuestros representantes elegidos en diversos procesos electorales y que se encuentran con los cargos plenamente vigentes.

El Ejecutivo, como su mismo nombre lo indica, es el que debe administrar el Estado y cumplir con las ofertas que hizo a la población a cambio de obtener que votáramos por ellos. Para ellos cuenta con todo el poder que le da una constitución Presidencialista y que se podría definir como casi cesarista.

No es papel del Ejecutivo, sea por medio de los representantes electos o de su personal de confianza, pasarse los días buscando “confrontaciones” con los opositores, su trabajo consiste en bien administrar la Administración, gastar de manera lógica y honesta los recursos del pueblo y proporcionar las condiciones para el desarrollo.

Como es obvio, cayendo en lo más detallado entre sus obligaciones están las Relaciones Exteriores, mantener un sistema educacional de calidad, sostener un sistema de salud digno, preocuparse de aquellos chilenos que lo están pasando muy mal, dedicación a los niños y a los ancianos.

El papel de la oposición, aunque parezca de Perogrullo es “oponerse” a todo aquello que considera que se está haciendo mal o que afecta al país, fiscalizar los actos de la Administración del Estado y también dedicar parte importante de su tiempo a las labores de legisladores.

Una de las obligaciones de la oposición, para con todos aquellos que han votado por ellos, es la de mantener siempre un programa de Gobierno vigente , estudiar preferentemente las materias que impiden el desarrollo y proponer soluciones alternativas a la problemática que afecta a la población.

Como hemos dicho muchas veces creemos, con cierto grado de certeza, que la Administración Nacional ha sido asaltada por una leva de incapaces que además, carecen de características morales imprescindibles, como el afán de servicio Público o de la honestidad necesaria para esos trabajos.

De la oposición pensamos que ha sido una mezcla, casi explosiva, de flojera, complacencia, y de temores de recibir acusaciones de las que no se sienten capacitados para defenderse, lo que a nuestro parecer les inhabilita para ejercer la representación de gente de trabajo que no tiene nada que ocultar.

No queremos una oposición que le niegue la sal y el agua al Gobierno de turno, pero nos parece ilógico tener que soportar que las únicas demostraciones de oposición verdadera provengan de las huestes del oficialismo mientras los nuestros se transforman en observadores de las peleas de la concertación.

Queremos una oposición sólida, doctrinariamente bien preparada, montada a caballo en los problemas que afectan al país, con una solucionática clara a los conflictos que se han creado artificialmente desde el Ejecutivo, en resumidas, queremos una oposición con pantalones y decisión.