Inquietante imagen de paramilitares y policía venezolana reprimiendo
a estudiantes que protestan por seguridad, Justicia y el inalienable derecho a
encontrar los alimentos básicos.
El Estado
bolivariano hace agua,
por Alejandro Cajas.
Se supone que el rol principal del Estado es
ejercer el monopolio de la fuerza y aplicar el derecho. Todos le cedemos parte
de nuestra libertad para que garantice nuestra seguridad y administre la Justicia.
En el caso del Estado venezolano, esta premisa original no se ha cumplido y con
eso ha llevado a su pueblo al caos, el enfrentamiento y la violencia.
Muchos pueden estar sorprendidos por el
protagonismo que ha tenido la crisis venezolana en nuestros medios de
comunicación. Al finalizar el mes pasado, diversos hechos de inseguridad fueron
denunciados en varias universidades de Venezuela. Entre ellos, un robo masivo
en la Universidad Santa María, otro en una sala de clases en la Universidad
Alejandro Humbolt, el apuñalamiento de un estudiante de medicina en el Hospital
Pérez de León y, el más grave de todos, el intento de violación de una
estudiante de la Universidad de Los Andes. No es extraño que hayan sido los
estudiantes universitarios, hastiados de estos delitos, los que convocaron a
las marchas para reclamar al Estado el cumplimiento de su rol: garantizar la
seguridad y administrar la Justicia.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) habla
de una “epidemia de homicidios” cuando son asesinadas 10 personas por cada 100
mil habitantes al año. Según cifras oficiales y de la ONG Observatorio
Venezolano de Violencia (OVV), en Venezuela los homicidios fluctúan entre 39
(oficial) y 79 (OVV) por cada 100 mil habitantes. Esto es, entre 11 mil y 25
mil muertos por violencia sólo el año pasado. En Chile, para tener una
comparación cercana, con algo más de la mitad de habitantes que Venezuela, el
registro es de cerca de 500 homicidios en un año. Es evidente, entonces, que la
violencia e inseguridad se han apoderado de las calles venezolanas y la
situación sólo empeora cuando esos crímenes no son perseguidos por la Justicia.
La promesa de mayor bienestar, seguridad y paz
para los venezolanos está largamente incumplida. El socialismo del siglo XXI
—alabado en Chile por ciertos sectores políticos, gremiales y estudiantiles—,
que prometía superar los males del corrupto régimen anterior y evitar los
errores del fracasado socialismo autoritario del siglo XX, parece haber perdido
su máscara democrática. El modelo de poder caudillista y de clara estructura
militar creado por Hugo Chávez y administrado por el Presidente Nicolás Maduro,
el denominado socialismo bolivariano, basado en una estructura clientelar, con
control Estatal férreo sobre la economía y dirigido por una oligarquía de
funcionarios del partido Gobernante, ha debilitado el Estado de Derecho y ha
comenzado a fracasar.