jueves, junio 10, 2010

Otero: de la verdad al perdón, por Gonzalo Rojas Sánchez.


Otero: de la verdad al perdón,

por Gonzalo Rojas Sánchez.

Unos opositores persiguen a un embajador por haber manifestado que "la mayor parte de Chile no sintió la dictadura". Pocos días antes, un religioso había descalificado a un obispo porque en sus tiempos de laico trabajó para el gobierno del Presidente Pinochet.

Dele con la campaña.

Que el embajador Otero crea que debe pedirle disculpas al Presidente (por algo así como tener pensamiento autónomo) revela hasta qué punto la derecha inclusiva y pragmática que algunos de sus correligionarios quieren crear, siembra el temor entre sus propios adherentes.

Que el religioso aquel anuncie que protestará si el obispo ese llega a ser nombrado para Santiago, revela cuán sólida es la seguridad de los "progresistas" respecto de su capacidad de infundir el miedo.

Ambas situaciones muestran que, también en la concepción histórica, el izquierdismo ha indexado nuevos dogmas, a los que pretende que todos los chilenos deban adherir con alma, corazón y vida.

El primero dice así: "Si usted trabajó para el gobierno militar, en cualquier calidad, por definición usted es culpable de complicidad en la violación de los derechos humanos; usted es un genocida por osmosis; usted lleva en su corazón la marca del crimen; usted no puede validarse en el Chile democrático, y si hasta ahora lo ha logrado, es porque engaña a sus conciudadanos, pero usted no puede pretender que no lo persigamos hasta desenmascararlo como un criminal".

Y el segundo está redactado de este modo: "Si usted piensa que hubo aspectos positivos del Gobierno militar, usted necesita un tratamiento intensivo para curarse de tamaña desviación; ha de saber usted que nadie en su sano juicio puede afirmar algo distinto de la verdad oficial, perfectamente compartida por los últimos candidatos presidenciales (sí, por todos): a saber, que el gobierno de Pinochet fue el peor de la historia de Chile".

Aquella portada de La Nación acusando de violadores de los derechos humanos a importantes civiles -sin pruebas ni fundamentos- pasó y dejó su mugre. Aquellos ataques a Jovino Novoa pretendiendo inhabilitarlo para presidir el Senado por haber sido subsecretario de Pinochet, hirieron sin razón alguna. Esos anuncios del futuro (actual) ministro del Interior sobre la decisión de evitar nombramientos de funcionarios de Pinochet -por cierto, no cumplida- ofendió sin medida.

Así ha ido instalando la izquierda dura su discriminación arbitraria, así ha logrado que le hagan eco los despistados de variadas denominaciones, y la eficacia de su estrategia ha llegado al punto de que no duda en sumarse a esa campaña un destacado religioso, experto en solidaridad.

Aquellos textos de estudio repartidos por decenas de miles en los que se alaba al MIR y se denigra al 11 de septiembre. Aquel concurso de TVN programado para canonizar a Allende como el chileno más grande, cuando en realidad fue el peor Presidente de la historia. Esa claudicación de los alcaldes aliancistas que ensalzan a Gladys Marín dedicándole avenidas. Con todo eso se ha pretendido que los adherentes a Pinochet abandonen su defensa del verdadero pasado nacional.

Por cierto, otro destacado religioso me lo dijo un día, cara a cara, con noble sinceridad y clara frialdad: "He pedido que a usted lo saquen de su universidad, porque nadie puede defender al gobierno del dictador Pinochet como usted lo hace; no tiene derecho a ser profesor titular en esa corporación". Y, consultado, mi rector de la época me confirmó que la gestión había sido hecha, ante él mismo...

¿A dónde llegarán? Eso da igual: son capaces de todo. Lo decisivo es que se les enfrente con un arma que no poseen: la verdad.

El izquierdismo ha indexado nuevos dogmas, a los que pretende que todos los chilenos deban adherir con alma, corazón y vida.