sábado, junio 05, 2010

Más allá de las ideologías, por David Gallagher.


Más allá de las ideologías,

por David Gallagher.

Aproveché el fin de semana largo para hacer un paseo de familia a Buenos Aires, así que me perdí el discurso del 21 de mayo. No me arrepiento, porque a la vuelta lo leí con calma, y porque estar en Buenos Aires, donde la política se parece a una novela de intrigas, ayuda a apreciar lo sana que es la chilena.

De vuelta en el país, y antes de leer el discurso, me sorprendió encontrarme con que éste expresaba, para algunos, nada más que la continuidad de las políticas de la Concertación, y para otros, la repetición de antiguos dogmas de derecha. Me pareció raro que un solo discurso significara cosas tan distintas para distintos públicos. Raro, pero no necesariamente malo. En Australia, cuando era Primer Ministro John Howard, se inventó un término —dog whistle politics, o “política de silbido de perro”— para describir su retórica, en que supuestamente había palabras que eran oídas por una persona y no otra. Los perros oyen silbidos de baja frecuencia que son inaudibles para los seres humanos. ¿Estaba Sebastián Piñera incurriendo en dog whistle politics? ¿Era esa la explicación de por qué había interpretaciones tan diversas de su discurso?

Al leerlo, me encontré con una retórica fina, sutil, que algo de dog whistle tiene, en el mejor sentido. Yo, como liberal, oí todo lo que quería oír, pero le puede haber pasado lo mismo a un socialdemócrata. Menos mal. Hoy día casi todos queremos crecimiento, casi todos creemos que se da mejor con una economía social de mercado, y casi todos queremos, también, protección social. Son esos objetivos, para nada contradictorios, los que el discurso de Piñera refleja. Su aporte es a que sean realizables en forma sostenible, lo que no era ya el caso con el gobierno anterior.

Con la crisis de deuda hipotecaria sub-prime de Estados Unidos, se decía que había entrado en descrédito el modelo neoliberal anglosajón, y ahora, con la crisis de deuda soberana sub-prime europea, se dice que lo que se ha derrumbado es el modelo europeo de bienestar. Pero lo que ha habido estos años es algo que no se debe a ninguna ideología: una gigantesca cantidad de liquidez, producto de desequilibrios en las cuentas corrientes, que minó la disciplina con que los inversionistas escogían sus inversiones, y la disciplina que les exigían a sus deudores. Eso permitió que floreciera un populismo político light, nutrido por exceso de endeudamiento. En Chile, si bien no nos endeudamos, teníamos el alto precio del cobre para animar la fiesta: el efecto era el mismo

Lo que ha hecho crisis en el mundo es el afán voluntarista de gastar más de lo que se produce. Lo estábamos haciendo en Chile. Como dijo Piñera, “en los últimos cuatro años, la productividad, en lugar de crecer, se contrajo, pasando a ser un lastre en vez de un motor de crecimiento”. Por eso, “llegó el momento de recuperar el tiempo perdido y poner a Chile nuevamente en la senda del progreso sólido, sostenido y sustentable”.

El modelo chileno, exitoso, es de crecimiento vía economía social de mercado, con protección social adecuada. En los últimos años, la Concertación descuidó el crecimiento, con lo que el modelo se volvió insostenible. Por eso ganó Piñera. Por eso los chilenos quieren ese “cambio de mano” que él promete. Lo quiere no sólo en temas de delincuencia, sino en reformas que nos hagan más productivos. Algunas van a requerir confrontar a grupos de interés, sean profesores, jefes de sindicatos o dueños de bancos. Pero unas dos o tres batallas bien libradas, como lo fue la naval de Iquique, son parte necesaria de la épica a la que nos va a conducir Piñera, si ha de llevarnos a nada menos que al desarrollo.


martes, junio 01, 2010

Na’que ver con Chile, ¿o sí?, por José Ramón Valente.


Na’que ver con Chile, ¿o sí?,

por José Ramón Valente.

¡Qué irresponsabilidad la de los países europeos! ¿Cómo llegaron a tener déficits fiscales de más de 1% del PGB? ¿Cómo les permitieron endeudarse tanto? Estas son las afirmaciones y los reproches que, con un dejo de superioridad y soberbia, leemos en los medios, escuchamos en la televisión, la radio y las reuniones de negocio locales. Bueno, les tengo una noticia: si el precio del cobre bajara a un dólar la libra, Chile tendría hoy un déficit fiscal igual o superior al de Grecia, España o Portugal.

La regla de superávit estructural se diseñó originalmente para evitar que Chile se pusiera a sí mismo en una situación como la de los europeos. La idea era que el nivel de gasto público no superara lo que el país podía financiar en “condiciones normales”. De esta manera, en condiciones mejores que las normales, ahorraríamos para no tener que apretarnos el cinturón en los años en que las condiciones fueran peores que las normales.

Lamentablemente, y a pesar de que una abrumadora mayoría de los chilenos está convencida de lo contrario, en los últimos años de la administración del Presidente Lagos y durante los cuatro años del mandato de Michelle Bachelet, el gobierno chileno incrementó el gasto público en forma desmedida, poniendo a nuestro país en la misma senda de España y Grecia, hoy por hoy sindicados como irresponsables y derrochadores. El gasto público es hoy más del doble del que teníamos sólo cinco años atrás.

Cuando inauguramos la regla de superávit estructural las llamadas “condiciones normales” eran un cobre de 99 centavos de dólar la libra. Hoy, con un cobre por sobre los 3 dólares la libra, Chile cerrará el año 2010 con déficit fiscal. Los constantes “mañoseos” de los dos predecesores de Felipe Larraín con la contabilidad y los supuestos de cálculo de la regla de superávit estructural nos pusieron en esta incómoda situación. El resultado es que Chile es hoy un país tan dependiente del financiamiento externo como los más vilipendiados países europeos. Mientras Grecia depende de que otros países le sigan prestando plata para refinanciar su deuda, Chile depende de que China siga creciendo aceleradamente para que el precio del cobre no baje de precio. Se podría decir que Grecia, España y Portugal son germanodependientes, mientras que Chile es chinodependiente.

No existe realmente mucha diferencia en la forma en que países como España o Portugal han administrado sus finanzas y como lo ha hecho nuestro país. En los últimos seis años, Chile utilizó los recursos extraordinarios que le significó el alza del precio del cobre para subir artificialmente los sueldos de sus trabajadores, para financiar nuevos empleos improductivos, para mejorar las pensiones y para invertir el remanente en cuentas bancarias en el extranjero. España, Grecia y otros países europeos utilizaron la oportunidad extraordinaria para endeudamiento a bajas tasas de interés que le ofrecía el mercado y también subieron los sueldos y financiaron mejores pensiones, solamente que a diferencia de Chile en vez de invertir el dinero remanente en cuentas en el extranjero, lo invirtieron en carreteras, aeropuertos, y otras grandes obras de infraestructura, etc.

Los europeos pensaban que el mundo seguiría creciendo aceleradamente y que las tasas de interés continuarían bajas para siempre, así que la deuda y el déficit no eran problema. Los chilenos creemos y gastamos como si el precio del cobre se fuera a mantener arriba de tres dólares para siempre.

A estas alturas, usted estará pensando en lo absurda que resulta esta comparación. Aunque caiga el precio del cobre, dirá, y nuestro déficit fiscal se eleve a niveles similares a los de los países europeos, lo cierto es que Chile no tiene deuda externa, mientras que Grecia, España y Portugal están nadando en ella. ¿Cómo puede entonces compararse la situación chilena con la de estos países?

Sin duda que es mejor no tener deuda que tenerla. Sin embargo, en la eventualidad de que el precio del cobre baje de un dólar la libra, le puedo asegurar que no vamos a tener muchos bancos interesados en prestarnos plata. Es lo mismo que le pasaría a usted. Probablemente, hoy los bancos y las casas comerciales lo llaman insistentemente para ofrecerle tarjetas y líneas de crédito. Si por alguna razón, Dios no lo quiera, pierde su trabajo, es altamente probable que también su teléfono deje de sonar.

Con deuda o sin deuda, si los recursos que vienen del extranjero para financiar el exceso de gasto dejan de llegar, el ajuste de cinturón que hoy se les exige a los españoles y los griegos también tendrán que hacerlo los chilenos. La administración Bachelet entregó un país con un buen balance y un pésimo estado de resultados. En momentos de crisis, ¿qué banco estará dispuesto a prestarle a una pyme como Chile que tendrá gastos mayores que sus ingresos, haya o no haya deuda en su balance?

Gracias a Dios, el panorama no es tan malo todavía como se desprende del análisis anterior. Hasta el momento tenemos algunas ventajas importantes respecto de los europeos. El mundo todavía cree, igual que nosotros, que el crecimiento de China y, por tanto, el precio del cobre permanecerán altos por mucho tiempo. Esto nos da una oportunidad, que no sabemos cuánto va a durar, de utilizar nuestro balance para arreglar nuestro flujo de caja. Es decir, en vez de esperar de brazos cruzados a que baje el precio del cobre y tengamos que reducir el gasto y apretarnos el cinturón, debemos utilizar la capacidad financiera que tiene Chile, para hacer inversiones que aumenten nuestros ingresos futuros y permitan justificar nuestros actuales niveles de gasto. Austeridad y crecimiento financiado con nuestra capacidad de endeudamiento es lo que les propongo.

Si el año 2006 los europeos hubieran tomado conciencia de que el futuro podía no ser tan color de rosas como se veía hasta ese momento, probablemente habrían podido evitar o, al menos, aminorar la crisis actual. Chile es un país sísmico y, sin embargo, el terremoto pilló a nuestro gobierno muy mal preparado. Los vaivenes del precio del cobre son bien conocidos, es de esperar que un eventual derrumbe de su cotización nos encuentre en mejor pie para enfrentar ese desastre.