El llamado,
por Hernán Felipe Errázuriz.
Cientos de aspirantes a ministro están nerviosos. La vigilia es tensa. Celulares abiertos y los teléfonos fijos de sus casas nadie más los puede ocupar. Tomaron todas las medidas para ser ubicados en cualquier momento y lugar. Traje oscuro nuevo, o retirado de la tintorería, listo.
Están dispuestos a dejar todo de lado, vacaciones, senadurías, mujeres, maridos y niños, por un ministerio. Quieren ser llamados pronto ministro o ministra.
Algunos deslizaron sus propios nombres, por si acaso. Total, es conveniente sonar entre los posibles: es señal de cercanía con el empoderado. A lo mejor hay otra oportunidad y otros cargos, asesorías y embajadas.
Pretenden no estar interesados. Si son designados, se mostrarán sorprendidos y aparentarán contrariedad y sacrificio. Aceptarán sólo por servir al país. Unos pocos quisieran que no se acuerden de ellos: rechazar la oferta presidencial es costoso y negarse al servicio público, un descrédito.
Los sherpas del presidente han recogido currículos, ordenaron las nóminas y se comprometieron a un secreto que difícilmente guardarán. Por encargo, harán un llamado exploratorio a los candidatos para saber si están disponibles, sin precisar el cargo. La respuesta será obvia. Aumenta la ansiedad.
Como si se tratara de recibir un sacramento, tienen padrinos. Ser nominado no es suficiente, se requiere de decreto firmado. En cualquier momento pueden quedar excluidos; el suspenso dura hasta el mismo juramento. Ambiciones infinitas están desplegadas y los rumores se multiplican.
En otros países, agentes del Servicio Secreto sigilosamente ya habrían recogido antecedentes e investigado los comportamientos privados. Aquí no se corren esos peligros, a lo más revisarán el Dicom, que sólo registra los cheques y cuentas protestadas recientes. Total para ser ministro apenas se requiere enseñanza básica.
En esta etapa, no hay más riesgo para los interesados que algunas intrigas; no se descubrirá ni se revelará nada inconveniente. Después podrían venir las sorpresas desagradables, las decepciones, las endogamias, los prontuarios, la publicidad de los bienes e intimidades, y las descalificaciones.
En estos días no hay perdedores, la mayoría se cree con sobrados méritos para ser ministro, poseedores de las mayores capacidades, con planes nacionales y todas las posibilidades de ser designados.
El más complicado es el Presidente electo. El único responsable de los nombramientos no debe equivocarse, tiene que producir un gabinete y en poco tiempo. Quisiera nombrar a los mejores y no podrá. Algunos no están disponibles, otros son vetados o no encajan. La coalición de gobierno podría colisionar, en la partida. El Presidente no puede gobernar solo. Tiene que hacer el llamado.
En estos días no hay perdedores, la mayoría se cree con sobrados méritos para ser ministro, poseedores de las mayores capacidades, con planes nacionales y todas las posibilidades de ser desiguales.