jueves, junio 17, 2010

El vigilante en travesía, por Gonzalo Rojas Sánchez.

El vigilante en travesía,

por Gonzalo Rojas Sánchez,

historiador, abogado, pedagogo.

Hasta ahora, Andrés Allamand ha tenido cuatro o cinco intervenciones importantes desde la segunda vuelta presidencial.


Primero fue su rechazo abierto y claro al gabinete del Presidente Piñera. El senador de RN fue el único en la Alianza que se atrevió a criticar directamente los criterios de selección utilizados. Y, como consecuencia de su rabietilla pública, debió enfrentar una fuerte molestia de sus correligionarios y un distanciamiento con el Presidente.


Pero como su intención no era mejorar la popularidad entre los suyos, perseveró en la tesis pocas semanas después, con su entrevista a un semanario, presentada con esa foto de portada tan poco espontánea: aparecía mal afeitado y con un ojo dirigido hacia la cámara. “Estoy vigilando”, era su mensaje.


Efectivamente, mediante su oposición trataba de quedarse con la exclusiva: haber sido el único que advirtió las fallas en el diseño ministerial le daría un bono a cobrar cuando lo estimase oportuno: en cuotas o de una vez. “Yo te lo advertí, Sebastián”.


El cobro inicial se produjo poco antes del 11 de marzo, con el nombramiento de los subsecretarios. Ya entonces el senador colocó en palacio a algunos de sus alfiles. Las próximas cuotas se utilizarán a gusto del acreedor, con especial referencia a los cambios de ministros, intendentes y gobernadores de mitad de período. Ahí Allamand hará valer el resto de su bono; a su favor, ciertamente.


Pero sigamos con las etapas. En tercer lugar vino el lanzamiento de su libro sobre la última campaña. ¿Un texto anecdótico? No, aunque tampoco es programático. Es más bien un acto simbólico: “De campañas —y bien por dentro— yo entiendo, yo conozco sus secretos, yo sé valorar a sus actores”. Y como vienen otras…


Después intentó evitar las elecciones internas en RN. Consciente de que Carlos Larraín tenía grandes opciones de triunfar, primero recomendó que se postergaran los comicios y después optó por apoyar a quienes pudieran darle algún respaldo en sus proyectos futuros, aunque resultaran perdedores, como efectivamente sucedió.


Todas sus primeras gestiones se habían dirigido, por lo tanto, a transmitir señales de capacidad política e independencia a su propio sector; pero hoy considera que ha llegado el momento de iniciar una movida de amplio alcance, de efectos estadísticos masivos.


Por eso, como faltaba algo para comenzar a mejorar su popularidad con vistas a su proyección nacional, es que ahora hace su cuarta o quinta aparición, anunciando el envío del proyecto de ley sobre uniones de hecho.


Allamand sabe que provocará con ese texto dos cosas en la superficie: tensiones en el Gobierno y divisiones en la Alianza, o sea, nuevos rechazos en Larraín, y claros distanciamientos desde Kast y Coloma, mientras que a su lado se acurrucarán los diputados más liberales de ambos partidos.


Lo sabe, y lo quiere. Porque en el fondo, lo que busca con su juguetito es hacerse más aceptable entre quienes van a la deriva en sus opciones civiles y moral-culturales. Apunta a ese segmento de chilenos que votarán por el que les prometa, simplemente, las más fáciles condiciones para vivir una vida como les dé la gana. Esa gente que no es de derecha, ni de centro, ni de izquierda; que no es liberal, ni socialista, ni conservadora.

Esa gente que simplemente quiere que no le exijan casi nada, o lo menos posible. Y Allamand estará legítimamente disponible para ellos, en perfecta simetría con Girardi.


Antes fue una travesía en el desierto; por ahora es la travesía de un vigilante. Más adelante, cuando lo estime oportuno, será abiertamente la ruta del precandidato presidencial.


Y a él, ¿quién lo marca?