viernes, agosto 13, 2010

Pensar es la consigna, por Margarita María Errázuriz.

Pensar es la consigna,

por Margarita María Errázuriz.

Soy una convencida de que dedicamos pocos minutos de nuestra vida a pensar. Esto nos sucede a todos; lo grave es cuando también les ocurre a nuestros dirigentes y autoridades. Quienes participan en el plano público, por no pensar, impulsan ideas y acciones reñidas a veces con un mínimo de responsabilidad o sentido de la realidad. Mi temor es que el desuso de una capacidad como la de razonar y tener juicio propio nos deje fuera de la categoría de países que avanzan y se aprecian por su buen sentido. Peor aún, nos podríamos estar ganando la posibilidad de entrar a otra: la del reino de la irracionalidad.


De hecho, si uno sigue los debates públicos y los anuncios de intenciones de nuestros dirigentes y autoridades, no puede dejar de asombrarse. Prestar atención a un par de iniciativas públicas propias de la coyuntura basta para convencernos de que razonar, pensar, no es nuestro fuerte.


En estos días se habla y discute sobre el posnatal de seis meses para que la mujer pueda amamantar y cultivar el apego con su nuevo hijo. La medida se preocupa de su rol de madre y de la crianza del niño. Mirémosla sólo desde ese plano, aunque el impacto de las políticas no se puede aislar, como plantean algunos. Esta es una de las pocas medidas en que transversalmente los políticos están de acuerdo, porque sienten que cuentan con el apoyo de la ciudadanía, especialmente de las mujeres. Apoyarla es un típico caso de falta de reflexión y su resultado es una gran inconsecuencia. No favorecerá a los hijos del 32 por ciento de las madres que están trabajando en el mercado informal, con menor protección y escasos recursos. Tampoco favorecerá en su desarrollo a los hijos de las madres desempleadas (alrededor de un 10 por ciento de la población femenina económicamente activa) ni a aquellos hijos de las madres que no trabajan. Las madres más pobres que no están en el mercado de trabajo son alrededor de un 25 por ciento del total. Ninguna de ellas accede al posnatal. Los beneficiados son los hijos de las mujeres más protegidas o que tienen más recursos. En esos hijos se gastarán sumas cuantiosas que podrían beneficiar por otra vía —como la educación— a los niños de las madres más vulnerables: a esos mismos que se quiere proteger. Uno no puede dejar de preguntarse por qué esta iniciativa concita más y más adeptos. Incluso cuenta con el apoyo de la mayoría de las mujeres que no recibirán el beneficio, supongo que porque no se les explica bien su situación. Cuesta creer que no se haya pensado en otras alternativas para gastar sumas significativas de recursos escasos; que nadie busque otras formas que permitan optimizarlos. Por no pensar, se está dispuesto a desperdiciarlos en la medida que no se focalizan en beneficio de los niños más pobres.


Otro ejemplo. Se habla mucho de la alianza de los partidos de la Concertación con el PC para derrotar a la Coalición por el Cambio en municipios donde ésta retiene el poder. La idea es recuperar gobiernos locales en manos del sector contrario. Este anuncio, al sostenerse sólo en una lógica de ganar más poder, es impresentable y carece de pudor. Por añadidura, esta alianza se proyecta a las elecciones municipales, las menos politizadas de todas y donde la orientación es la búsqueda de beneficios concretos para las comunidades a las que sirven. Increíble. No hay duda de que no se piensa o que el deseo de tener más poder obnubila la mente.


A la luz de este par de ejemplos nos vemos como una especie de robots que siguen por un camino preestablecido que nadie logra torcer ni detener. De nada sirven los pocos que alzan la voz, que opinan diferente y libremente. La mayoría sigue marcando el paso sin darse el tiempo para establecer juicios serios y genuinos, y hacerlos valer. Mala cosa. Sin ideas propias, sin razonar y madurar propuestas e iniciativas, es mucho lo que perdemos y lo que pierde nuestra sociedad.



martes, agosto 10, 2010

Canal 13: Una decisión acertada, por Cristina Bitar.

Canal 13: Una decisión acertada,

por Cristina Bitar.


El mercado de la televisión está cambiando aceleradamente. Como muestra de los grandes hitos están la pronta llegada de la tecnología digital, que reemplazará a la analógica y significará un cambio enorme en la industria; la creciente penetración de la televisión de pago, cuya cobertura aún es baja para nuestro nivel de desarrollo, pero que debiera llegar a niveles comparables a los de países equivalentes a Chile en los próximos años, y, por último, el proceso de venta de las concesiones universitarias a manos privadas, que culmina con la enajenación del canal de la Universidad Católica.


Se ha dicho mucho que, cuando llegó a Chile la televisión, el Presidente Alessandri, con una visión más bien escéptica de este medio de comunicación y de los riesgos que su mal uso podía acarrear a la sociedad, promovió que sólo pudieran ser concesionarios de señales el Estado y las universidades, pues estas instituciones garantizaban que se usaría el medio con responsabilidad y harían una contribución al bien común, lo que, se sospechaba, no harían los particulares. Sin embargo, el paso de los años, el crecimiento económico del país y los cambios tecnológicos, hicieron imposible seguir manteniendo estos criterios restrictivos. Al contrario, las señales universitarias fueron perdiendo competitividad y comenzaron a significar una carga económica imposible de sostener para las universidades de Chile, primero, y Católica, después.


Quedan aún muchos cambios por venir. La llegada de la televisión digital terminará con la escasez de espectro; la relación de los canales tradicionales y los operadores de cable no puede sino tender a cambiar hacia una de mayor grado de integración y cooperación, como en el resto del mundo; la multiplicidad de medios a través de los cuales los contenidos llegarán a las personas también significará una revolución en la manera de desarrollarse el negocio en su sentido más propiamente comercial. Por todo esto, creo que el ingreso de grupos empresariales importantes, que traen capacidad gerencial, respaldo financiero y visión de largo plazo, es una buena noticia para nuestra industria televisiva. La gestión que ha hecho Bancard con Chilevisión ha sido un ejemplo de que un canal de televisión puede ser una empresa rentable.


La decisión de la Iglesia Católica ha sido acertada. El 13 prestó un gran servicio al país durante distintos períodos de nuestra historia: entregó cultura, entretención, información; fue un medio de comunicación independiente, que simbolizó la defensa de la libertad de expresión en distintos momentos y con gobiernos de distinto signo político, y, con todo, fue un instrumento en la labor de evangelización. Pero en la última década el canal había empezado a perder sentido: la competencia lo llevó a incursionar en ámbitos difíciles de comprender a la luz de los principios de su controlador, como los denominados reality. El canal quedó más bien a medio camino entre lo que se debía esperar de una estación católica y lo que aparentemente necesitaba hacer para luchar con su competencia. Por ahí perdió su norte y los números comenzaron a convertirse en otro problema insoluble.


La Iglesia ha tomado la decisión correcta y el desafío de los nuevos controladores será ser fieles a la vocación del canal, que se expresará, probablemente, en la posición que la Iglesia sostendrá como socio minoritario; y al mismo tiempo lograr que canal 13 vuelva a ser un actor líder en una industria que cambia y en la que el camino fácil parece el de una televisión que aporta poco a la sociedad. Pero la esperanza de muchos chilenos, entre los que me cuento, es que Andrónico Luksic no habría asumido este desafío para tomar el camino más fácil.