A sólo 30 días,
por Sergio Melnick.
Desde el día Uno, la Concertación ha hecho una crítica despiadada al Gobierno. Algunos cuestionamientos quizás con fundamento, pero la mayoría odiosillos e innecesarios. La invitación a crear unidad nacional fue simplemente despreciada, sin siquiera el beneficio de la duda. Lástima por el país, pero ésas son las reglas del juego. Allamand dijo que la política era sin llorar, y tiene toda la razón. La Concertación debe ejercer su oposición y darle un carácter propio. Lo que se aprecia hasta aquí, sin embargo, no es bueno. No hay que olvidar que es un grupo muy heterogéneo de ideologías cuya principal unidad se daba “contra algo”, en su momento Pinochet. Ahora sufre la derrota y el exilio del poder, que ya se había transformado en una forma de vida.
Hoy instintivamente tratan de unirse en contra de Piñera, porque no tienen realmente propuesta. La que tenían fue rechazada por los votantes. Y las diferencias que hay entre ellos son insuperables ideológica y éticamente sin Pinochet, y Piñera no lo es. Los partidos de esa coalición son realmente muy distintos y fueron históricamente terribles adversarios políticos. Las diferencias no son malas en sí, pero es difícil juntar el agua con el aceite. La DC luchó decididamente contra Allende. A su vez, el mal llamado progresismo de la izquierda va de frente contra las creencias más básicas de la DC. El PPD agoniza por pugnas internas y lejos del poder tiene poco que ofrecer. El PRSD se desvanece por la historia. La misma DC perdió un millón de adherentes producto de su alianza con la izquierda. El PS, sin Unión Soviética que apadrine y con una Cuba a punto de morir, también se desbanda, y Chávez no enorgullece a nadie; en la última elección presidencial, hubo 3 candidatos que provenían de ese partido (Navarro, ME-O, Arrate). El PC, incólume como siempre, pero sólo aporta el 4% y no tiene mucho respeto por la Concertación, de la que fue oposición todo el tiempo.
De los 20 años que gobernó la Concertación, la primera mitad fue claramente mejor que la segunda. En esta última, el país bajó su dinamismo a la mitad, perdiendo así la posibilidad de ganar la batalla contra la pobreza y de llegar al desarrollo. Es curioso que nadie se acuerde de la promesa de Lagos de crear 200 mil empleos al año, exactamente la misma de Piñera, duramente criticada por la Concertación. Por cierto, Lagos no cumplió; probablemente Piñera sí lo hará. Los últimos 4 años de la Concertación fueron los peores. La productividad cayó año tras año, el crecimiento fue el menor de los 4 gobiernos y hasta fue negativo en 2009. El gasto se desbocó... incluso se comieron parte importante de los recursos del cobre que se suponían ahorrados. El desempleo fue persistentemente alto. La corrupción y la delincuencia fueron el orden del día. A eso se sumaron problemas de gestión en decenas de entidades estatales. Por eso, reitero que popularidad no es lo mismo que buen gobierno. La población así lo dijo.
Es notable que en el “cónclave” del lunes Bachelet fustigara al gobierno por los conflictos de interés, olvidándose de sus propios conflictos ideológicos que le impidieron convocar a las Fuerzas Armadas oportunamente frente a la emergencia. En un caso involucra recursos, en el otro, vidas. Juzgue Ud.
Para este año se ven 4 grandes cosas. Lo primero es que Piñera seguirá armando su Presidencia sistemáticamente, de menos a más, tomando el pulso y total control del aparato estatal a mediados de año. El terremoto como tema noticioso se va a diluir completamente en los próximos 90 días, y se reducirá a casos aislados de reclamos. En ese momento lo relevante volverá a ser la agenda general de desarrollo. Segundo, la Concertación aumentará sus conflictos internos, agravados por las nuevas directivas de partidos que no dejarán a nadie contento. Las disidencias seguirán a la orden (la Concertación dejó de ser tal desde el gobierno de Bachelet, que partió despreciando a los partidos: no por nada Lagos sostuvo que la derrota era evitable). ME-O tratará de levantar su partido, pero sin resultados. Tercero, desde el segundo semestre se sentirá con fuerza el dinamismo de la economía cambiando el ánimo y el tono del debate, especialmente por el aumento del empleo. Finalmente, el Congreso empezará a mostrar el poder de las minorías y se transformará en un gran pantano legislativo.