viernes, febrero 11, 2011

El secreto de la novela, por Roberto Ampuero.


El secreto de la novela,

por Roberto Ampuero.

¿Por qué en el mundo se sigue leyendo novela -y a menudo novela extensa- en una etapa en que escritura y lectura se ven influidas por la brevedad de los textos que circulan en Twitter , Facebook y otras redes sociales? A nivel internacional, la novela se continúa leyendo en forma masiva, pero ni cuento ni poesía repuntan en materia de lectores. Cabría suponer que con el auge de las redes sociales, en las cuales el mensaje es conciso e inmediato, el cuento y la poesía deberían contarse entre los grandes beneficiados, pero esto parece no haber ocurrido.



Hace algunos meses, en Berlín, escuché al escritor sueco Henning Mankell reflexionar sobre la resistencia de la novela ante el paso del tiempo. Y es que desde Don Quijote o Tristram Shandy este género literario palpita y se transforma sin cesar, a veces afirmando su condición de embuste, a menudo fingiendo ser historia verdadera. A Mankell también le causa curiosidad esto de que en la época de la comunicación circunscrita a 140 letras, la novela, incluso la novela extensa como la que escriben él o JK Rowling, siga gozando de salud y popularidad.



A su juicio, la causa radica en que el lector halla en la novela algo que no encuentra en el cuento, la poesía, el teatro o el cine: la morosidad. Para el escritor sueco, la novela brinda lentitud y prórroga, permite el examen en cámara lenta de los procesos de la existencia humana, cada vez más vertiginosa y por ello más agobiante. Aquello que deslumbra por instantes en un poema, un cuento o el diálogo de una pieza teatral, se despliega en la novela a lo largo de días, cuando no semanas, revelando en forma gradual perspectivas, dimensiones y profundidades que el tráfago moderno nos niega.



El planteamiento de Mankell viene del filólogo judío Erich Auerbach, quien en el siglo pasado, en su libro "Mímesis", estudió el tema de la "ralentización" en literatura. Citando clásicos de la literatura occidental, Auerbach muestra cómo ésta, al "lentificar" la existencia humana, nos regala una visión original de ella.



En la era de la comunicación instantánea y la información inmediata, de los videos musicales y las películas con escenas que duran segundos, en este mundo donde todo ha de ser rápido y eficiente, el lector de novela se sumerge en verdad en un sosiego posibilitado por la retardación de la realidad, mecanismo que a su vez permite desmenuzar los procesos y alterar el curso del tiempo. Pero hay algo más, en mi opinión. Cuando vivimos presa del vértigo y nos agobian la fugacidad de las cosas y la soledad, pese a los amigos en Facebook y las conexiones internacionales, la novela deviene, con sus tramas y personajes, una compañera leal y una experiencia nada fugaz.



A diferencia del espacio que ofrece la ventanilla de Twitter o Facebook, o la brevedad propia del poema y el cuento, la novela se presenta ante el ser humano solitario y estresado como una aliada que despliega durante días un mundo imaginario al que podemos entrar a riesgo de olvidar el real. No hay otro género que pueda acompañar durante tanto tiempo al lector como la novela. El diario o la revista, la película o el cuento, la canción, el poema o la pieza teatral son, en términos de consumo espiritual, efímeros y muy limitados en su duración. La novela, en cambio, tiene la virtud de retardar los procesos que narra y de acompañar al lector a través de los sitios, períodos y estados de ánimo que atraviese.



Así como la ralentización permite una visión diferente de la vida, la relativa duración de la lectura de una novela permite sentirla como compañera e integrarla a nuestra privacidad. Junto al talento del autor y la calidad de la obra, ambas características explican por qué, siglos después del nacimiento de la novela, el género esté tan vigente en el mundo de Twitter, Facebook , iPhone y Skype.

martes, febrero 08, 2011

Entre Twitter y la era de las pirámides, por Karin Ebensperger.



Entre Twitter y la era de las pirámides,

por Karin Ebensperger.



Desde tiempos inmemoriales, Egipto ha sido un Estado bisagra entre el mundo europeo, el asiático y el africano. Ahí se juntan dos océanos: el Índico, que a través del Mar Rojo y del Canal de Suez comunica con el Mediterráneo, y éste con el Atlántico. Antes eran caravanas, hoy modernos barcos gracias al Canal de Suez. Pero desde siempre un Egipto estable ha sido clave para el Medio Oriente. El petróleo y el comercio mundial dependen de los acontecimientos ahí, y su influencia en el mundo árabe, su moderada actitud respecto de Israel y su especial nexo con EE.UU. lo hacen un país fundamental.


Pero tanto el gobierno de Hosni Mubarak, como también EE.UU. e Israel no atinaron a captar que la pobreza del pueblo egipcio, sumada al autoritarismo de décadas, son incompatibles con los cambios globales que vive la humanidad, los mismos que hicieron caer a la URSS y transformaron a China. Mubarak, como otros gobernantes del Medio Oriente, no aprovechó sus años dorados para hacer reformas desde regímenes autoritarios a naciones con una potente sociedad civil y gobiernos legítimos. En el caso de Egipto, como en otros de esa región, sólo se ofrecía un régimen duro y laico al cual se oponen grupos fundamentalistas extremos. No se aceptó el surgimiento de una sociedad moderada y discrepante.


EE.UU. ha apoyado a esos gobiernos bajo el pretexto de que peor es la alternativa fundamentalista. Craso error. Ignorar por tantas décadas a las sociedades del mundo árabe, tratándolas como inmaduras o extremistas por parejo, ha sido una peligrosa falta de visión política, que incluso ayuda a la existencia de grupos extremos como Al Qaeda. Hoy, grandes masas de postergados, incluidos los palestinos, están desafiando vía redes sociales al establishment de los propios gobiernos árabes, y a la visión anacrónica con que EE.UU. ha influido en la región. Y así podrían perder a un aliado clave como lo es Egipto.


El mundo cambió y ningún rincón del planeta se puede mantener inmune a la actual influencia de la sociedad civil que se organiza en la web : así fue en Túnez y cayó el gobierno, así es en Egipto, y, guardando las proporciones, así fue en Magallanes y en Barrancones. Para bien o para mal, es el signo de los tiempos. Una sociedad civil en desacuerdo con una medida gubernamental se organiza vía Twitter o Facebook y puede mover montañas.


Por consideraciones morales y estratégicas, a los palestinos se les debe dar su Estado soberano, a las masas empobrecidas como las de Egipto las deben considerar sus gobiernos, y las potencias como EE.UU. deben ponerse al día en su forma de actuar en regiones como el Medio Oriente.


Lo demás es una bomba de tiempo, y no olvidemos que Israel tiene armas nucleares y que otros países de la región están tratando de obtenerlas también.