Confianza, por José Ramón Valente.
Al Gobierno de Michelle Bachelet le ocurrió lo mismo que a muchos hombres que se enfrentan a grandes y repentinos éxitos empresariales, deportivos o de cualquier otro tipo. La fama les nubla el juicio y tienden a pensar que el mundo está a sus pies. Lamentablemente, esas personas usualmente terminan dañando a mucha gente, además de a ellos mismos.
Con
una votación espectacular en las elecciones Presidenciales y Parlamentarias del año pasado, el nuevo Gobierno pensó que tenía
respaldo ciudadano para hacer cualquier cosa. Con esa convicción, en los
primeros meses en el poder, el Gobierno y los Parlamentarios de la
Nueva Mayoría desplegaron una agenda de propuestas y reformas
refundacionales sin reparar en que muchas de ellas tendrían un efecto
devastador en el crecimiento económico y en último caso en el bienestar
de millones de chilenos. Habiendo transcurrido poco más de siete
meses desde que el Gobierno tomara las riendas de la conducción de
nuestro país, los efectos negativos de su comportamiento son bastante
evidentes.
La Nueva Mayoría prometió un mundo mejor para
todos los chilenos, pero una vez en el poder se olvidó de ellos. Se
embriagó con su éxito electoral y decidió Gobernar para sus
propios objetivos políticos en vez de Gobernar para la gente. Como era
de esperar, los chilenos comenzaron a perder la confianza en su Gobierno.
Hoy, las autoridades económicas del Gobierno
tratan de recuperar la confianza perdida. En las últimas semanas hemos
sido testigos del reiterado llamado del Ministro de Hacienda al sector
privado a trabajar juntos y a retomar la cooperación público-privada que
fuera tan fructífera en el pasado. Sin embargo, a pesar de los
esfuerzos del Ministro, las expectativas empresariales y de los consumidores han seguido deteriorándose y también las cifras de empleo y actividad.
Lo
que pasa es igual a lo que le ocurre al hombre que le es infiel a su
mujer. Este puede disculparse y prometer que lo hecho no volverá a
suceder; también puede recordarle los buenos momentos que pasaron juntos
y asegurarle que ella es la mujer de su vida y que sólo juntos pueden
ser felices. Todo esto lo hará en un intento por recuperar la confianza
de su mujer, elemento indispensable para una reconciliación genuina y
que la infidelidad del hombre hizo desaparecer instantáneamente. Sin embargo, la mujer engañada necesitará mucho más que una disculpa y una promesa para volver a confiar en su marido.
En
nuestro país, no solamente el Ministro no parece arrepentido de las
reformas impulsadas; adicionalmente, otros miembros del Gabinete y de la
coalición política de Gobierno -que para los efectos de nuestra
analogía podrían ser considerados como los compañeros de fiesta del Ministro- siguen adelante con sus respectivas agendas anticrecimiento,
como la reforma laboral, la nueva Constitución, la retórica
antiempresarial y el debilitamiento de los derechos de propiedad. Si la
mujer engañada observa cómo los amigos de su marido siguen de juerga y
su marido, a pesar de sus promesas, no parece arrepentido de su desliz amoroso, difícilmente volverá a confiar.
Tomado de Diario La Tercera, De Sentido Común. Blog de José Ramón Valente, economista
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