El traspié de
los Subsecretarios,
por Gonzalo Müller.
Llevamos dos semanas desde que el equipo de
Michelle Bachelet dio a conocer la lista de Subsecretarios que acompañarían a
los Ministros desde marzo próximo, y durante este tiempo hemos visto un
creciente cuestionamiento a varias de las designaciones, desde por sus
declaraciones o actuaciones anteriores, pasando por morosidades y problemas
judiciales varios, hasta uno condenado por faltas al pudor.
¿Por qué un Gobierno que aún no parte, y que
pretendía inaugurar un nuevo ciclo político —el de la Nueva Mayoría— se expone
a críticas por estas designaciones que lo vinculan a los capítulos más turbios
de la vieja Concertación, donde la ciudadanía cuestionó la vocación de quienes
parecían más dispuestos a servirse que a servir? No se entiende que si uno de
los bienes más escasos en nuestra política es la credibilidad, se insista en
personas que iniciarían sus labores ya bajo sospecha o directamente
desacreditadas.
Por ejemplo, el próximo Subsecretario de
Agricultura tiene variados problemas económicos con actores de su sector. Es
cierto que ha comenzado a negociar para resolverlos, pero ya como autoridad
designada, es decir, los acreedores saben que al facilitarle el pago de sus
deudas, lo están haciendo frente a una autoridad que a partir de marzo los
puede fiscalizar, dotar de ayudas técnicas o incluso de fondos de apoyo. Cada
vez que ese Subsecretario tome una decisión, tendremos que revisar qué tan
libre estaba de cualquier otro interés, una autoridad que permanentemente
tendría que estar inhabilitándose de cualquier decisión que pudiera favorecer o
perjudicar a quienes fueron hasta hace muy poco sus acreedores.
¿Alguien puede creer que en el Chile de hoy se
puede sostener la decisión de haber designado Subsecretario a alguien condenado
por faltas al pudor? Sobre todo si se cometió en abuso de una mujer en el
Metro, experiencia humillante para muchas. ¿Es suficiente el apoyo de parte de
su partido para pasar por alto un hecho tan grave?
Por otro lado, varias de las autoridades
designadas explican sin mayor problema por qué decidieron no pagar los créditos
del fondo solidario que les permitieron a ellos estudiar en la universidad,
sabiendo que otros estudiantes que también los necesitaban no podrían
recibirlos. Esto, pese a que muchos de ellos han trabajado en el Estado por
largo tiempo, contando con los ingresos suficientes.
Si el futuro Ministro del Interior dijo que él
iba a tomar por encargo de la Presidenta electa bajo su responsabilidad la
nominación de los Subsecretarios, a estas alturas lo menos que le debe a la
ciudadanía es una explicación de qué fue lo que falló, en lugar de este largo
silencio. Sin embargo, desde que fue designado Rodrigo Peñailillo sólo ha dado
una entrevista, en la cual dejó una frase que lo va a acompañar ineludiblemente
durante toda su gestión: “Hoy no basta sólo con la experiencia política”,
respondiendo directamente a las dudas de quienes esperaban a alguien con mayor
trayectoria política a cargo de Interior.
Si ya se tomó la decisión de que sea el futuro Subsecretario
de Interior —el experimentado Mahmud Aleuy— quien le dé solución a la primera
crisis política que enfrenta este Gabinete, es porque se está a tiempo de
rectificar los errores y recuperar, al menos en parte, la credibilidad y
confianza que la ciudadanía necesita tener en sus autoridades.
No hay peor error que no saber reconocer las
equivocaciones. El excesivo secretismo y la alta concentración del poder son
dos características que fueron exitosas para manejar la pasada campaña
electoral, pero que pueden transformarse en la piedra en el zapato del segundo Gobierno
de Michelle Bachelet.
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