miércoles, abril 28, 2010

Piñera telúrico, por Max Colodro.


Piñera telúrico,

por Max Colodro.


Los árboles no han dejado ver el bosque; el debate «técnico» y económico sobre los impuestos ha obnubilado la dimensión política de una medida que se inserta en una estrategia mayor: seguir adelante en el esfuerzo por remover las bases de un ordenamiento político que tiene ya más de dos décadas. Piñera no descansa: el terremoto y sus secuelas no fueron un impedimento para iniciar prontamente el despliegue de la agenda política. Al contrario, la catástrofe ha sido tomada como una oportunidad y el “golpe a la cátedra”, como lo denominó el ex ministro Vidal, no se ha hecho esperar.


El alza tributaria descolocó al mundo político y empresarial. Si la derecha económica llegó a pensar que éste era «su» gobierno y que Piñera respondería a las claves doctrinarias de su sector, se equivocó medio a medio. Como se equivocó también la Concertación si alcanzó a pensar que, luego de su derrota, podía seguir mirando al país y al sistema político en función de esa dualidad que, por varías décadas, aseguró su mayoría casi por decreto. Al parecer, Piñera va por más: quiere profundizar y consolidar el reordenamiento político que su propio triunfo comenzó a anticipar; el de un escenario mucho menos estático, y donde la captura de un «centro móvil» se transforma en la clave para el triunfo tanto de la izquierda como de la derecha. La apuesta de la nueva autoridad parte de un diagnóstico cada día más irrefutable: el Chile donde la DC sumada a la izquierda eran mayoría segura ya no es consistente con las evidencias. Ahora, lo que se abre es un escenario de competencia real, donde tanto la izquierda como la derecha tienen opciones de seducir y arrastrar al centro para conformar una mayoría.


La UDI está perpleja y buena parte de la izquierda, atónita. Se remueven cimientos aparentemente sólidos y atávicos, y el futuro se abre como una caja de sorpresas. Luego de lo visto y lo vivido en este primer mes de gobierno, nadie puede asegurar que Piñera terminará gobernando con la Coalición por el Cambio tal cual ella está hoy constituida. La Concertación, por su parte, ve acercarse el fantasma de su desfiguración total, a medida que la DC comienza a percibir en este escenario un potencial enorme, que contrasta con su rol cada vez más secundario cuando queda supeditada a su incondicionalidad con la izquierda. El temor a la «fuga» del centro es, de hecho, lo que explica la disputa actual en el PPD y en el PS, donde los «poderes fácticos» de la Concertación buscan, casi con desesperación, dar garantías de sobrevivencia y protagonismo a una DC todavía anclada a un bloque que ha perdido su razón histórica.


Si Piñera pudo ganar esta elección fue precisamente porque representó el fin de esta barrera en apariencia infranqueable entre partidarios y opositores al régimen militar. Un simpatizante del No encabezando a las fuerzas del Sí, y que ahora impone una reforma tributaria que golpea el alma y el ethos de su propio sector. Paradójicamente, las críticas de los Novoa y de los Büchi, el apoyo a regañadientes de la izquierda son el síntoma visible de este enervamiento. Con todo, Piñera y su núcleo más cercano parecen dispuestos a seguir adelante, más allá de las enormes resistencias que encontrarán en aquellos que buscan congelar el ordenamiento político cristalizado en el plebiscito del 88. Es una apuesta arriesgada, que augura tormentas tanto en el gobierno como en la actual oposición, y cuyo corolario terminará de escribirse con seguridad cuando tres millones de jóvenes queden automáticamente inscritos en los registros electorales. Ese día, el país y su sistema político no podrán ya retornar a un orden que, no pocos, aún se resisten a dejar atrás.

El análisis que hace Don Max Colodro en esta columna, tomada de Diario La Segunda, nos parece una excelente radiografía al mundo político.