¿Es respetable la consecuencia?
Se ha intentado, sobre todo después de la muerte de la dirigente del Partido Comunista Gladys Marín, mostrar la consecuencia como una virtud en sí misma, cuando es más bien una demostración de tenacidad en las ideas, aunque, como en el caso del personaje comentado hayan sido claramente erróneas.
A tres años de su fallecimiento, calles y plazas han sido bautizadas con el nombre de esta dirigente, y hasta con el nombre de Salvador Allende, inclusive por Alcaldes que dicen ser antimarxistas y de oposición a aquellos que disfrazados de demócratas han accedido al poder y vuelven a destrozar nuestra Patria.
De no ser así en la historia reciente del mundo encontramos seres de una tremenda consecuencia, como Adolfo Hitlet, José Stalin, Mao Tse Tung, George Bush, Erich Hönecker, entre otros, a los que nadie alaba por la consecuencia con que han tratado de destruir el mundo en que vivimos o sus esfuerzos por liquidar a sus enemigos.
La consecuencia, avalórica, no tiene sentido alguno, mas bien, estamos ciertos de que es en si misma un desliz sumamente peligroso, que no tiene nada de admirable, destacable ni mucho menos de respetable, pues tiene una cara muy parecida a la obsecuencia o sumisión a doctrinas extranjerizantes y, además, ateas.
Creemos que transigir con el error, la maldad o las aviesas intenciones de algunos, fuera de convertirnos en cómplices, nos transforma en avales de la perversidad, por lo que si existe algo parecido al infierno, nos estaríamos ganando un pasaje de primera y con estadía eterna a el.
No, definitivamente, al menos para nosotros, que sentimos la muerte de Gladys Marín, como sentimos la de todos los seres que fallecen, la defunción no la ha transformado ni en una buena persona, pues no olvidamos las odiosidades que destilaba, ni en un ser admirable, porque consideramos que envenenó el alma nacional.
Creemos que la exaltación de personajes como Allende, la propia Marín, el patas cortas Corvalán o el mayoneso Altamirano son una ofensa gratuita a la capacidad intelectual de los chilenos y, sin titubeo, pensamos que es una apuesta perdedora a la mala memoria tan tradicional en nuestro pueblo.
Estamos ciertos también que recordar a gente que tanto daño hizo a nuestra patria no hace más que mantener abiertas y supurantes las heridas, dejemos que su maldad sea olvidada en un ejercicio amnésico que con toda seguridad ayudará a sanar el alma doliente del pueblo.
1 comentario:
Muy bueno, teu blog!....
Publicar un comentario