viernes, mayo 07, 2010

Cultura, violencia y familia, por Manuel Uzal.



Cultura, violencia y familia,

por Manuel Uzal (*)


Durante el último tiempo han estado de moda abusos de todo tipo: hostigamiento en los colegios, abusos en materia de sexualidad, uso del transporte público sin pagar tarifas, saqueos post-terremoto y alzas abusivas de precios por parte de algunos comerciantes inescrupulosos. Tal parece que vivimos en una sociedad cada vez más violenta, que asume como normal buscar la propia utilidad, aun a costa del bien ajeno.


¿Por qué ocurre esto? Se pueden considerar dos factores: en primer lugar, la influencia de ciertos contenidos de los medios de comunicación. En las teleseries los conflictos son el nudo central de las historias; en los realities —cada vez más rentables— los que «la llevan» suelen ser personajes avasalladores cuyo único fin es ganar a toda costa; muchos programas de farándula gozan con infidelidades y conflictos provocados, a veces, artificialmente. Por otro lado, no poca prensa escrita usa como gancho de atracción la injuria a personajes públicos o el destape de escándalos de la vida privada de celebridades. En internet, cuando no hay control parental, se puede ver de todo, y muchos videojuegos vienen cargados con dos ingredientes explosivos: sexo y violencia.


La segunda causa de este fenómeno es una cultura, con sesgo ideológico, según la cual nadie tendría derecho a indicar a otro ninguna norma de conducta ni promover un ideal de excelencia humana; la libertad, entendida como autonomía, sería un fin en sí misma, y la reivindicación de derechos individuales estaría por sobre el reconocimiento de los deberes sociales. ¿Podemos extrañarnos, entonces, de lo que estamos viendo?


Esta cultura de individualismo y violencia influye directamente en la conducta de las personas concretas, pero más grave todavía es que, indirectamente, dificulta las funciones sociales que la familia está llamada a cumplir (economía, educación y apoyo afectivo). ¿Dónde si no en familia se aprende a querer, a compartir, a respetar, a tolerar y a renunciar a lo propio en favor de los demás? Por eso, el mejor antídoto contra la violencia y el individualismo dominante es fortalecer la familia. ¿Cómo? Facilitando la relación familia-trabajo; mejorando la prevención y control de la violencia intrafamiliar; fomentando la solidez y estabilidad matrimonial; incentivando la natalidad, con apoyo fiscal directo e indirecto. En resumen, diseñando políticas públicas con un enfoque familiar. Ese es el gran desafío que tenemos por delante.


(*)Abogado, Cuerpo Docente de la Fundación Jaime Guzmán Errázuriz.