miércoles, septiembre 21, 2005

¿PEDIR PERDÓN?

La tarea del historiador va en la línea contraria de quienes afirman que en Chile debe olvidarse el pasado, que sólo importa mirar hacia el futuro. Enfrenta el historiador esa necia opinión por dos razones: una, porque está convencido de que somos seres en el tiempo, continuos indisolubles con nuestro pasado; y otra, porque está seguro de que con ese olvido de la Historia los únicos que ganan son los que pusieron a Chile en la antesala de la tiranía comunista.Y todo esto porque Lagos ha vuelto a girar sobre nuestros olvidos, sabiendo que otros depositarán de inmediato en esa cuenta corriente, porque estiman que así no seguirán perdiendo votos. La prensa nos transcribe que Lagos ha afirmado que "en el mundo civil que colaboró con el gobierno militar nunca hemos escuchado planteamientos (de autocrítica), de una reflexión del quiebre de la democracia". En cambio, el Jefe de Estado sí afirmó que "la izquierda ha hecho una autocrítica infinita". Y agregó: "Sería útil si (el mundo civil) dijera algo o simplemente decir lamentamos no haber hecho algo; creo que estaríamos más completos con el cuadro si todos hiciéramos una mirada retrospectiva".¿Ud. sabe cuál ha sido la mirada retrospectiva de Lagos sobre los años 64-73? Yo se la voy a reseñar, con el perdón de los que piensan que hay que mirar sólo para adelante.En esta primera entrega, porque la semana próxima seguiremos en lo mismo, recordaremos que respecto de su concepción de la historia nacional inmediatamente anterior al Gobierno del Presidente Pinochet, Ricardo Lagos en estos casi 20 años de la segunda etapa de su vida pública, ha mantenido una estable y consistente visión de nuestra historia, una mirada ideologizada y reductora de la realidad. En efecto, sin ser un especialista en historia -ni mucho menos- el Presidente maneja ciertos códigos que ha repetido consistentemente una y otra vez con el paso de los años; son estructuras explicativas que se mueven en cuatro planos complementarios. Por una parte, el reconocimiento de la lucha de clases (Lagos siempre ha otorgado al marxismo el carácter de herramienta de interpretación de la realidad); en segundo lugar, la afirmación de una polarización estructural de la sociedad chilena en los diez años anteriores al Pronunciamento militar de 1973; como tercer elemento, la nobleza de los propósitos y actos de la Unidad Popular (cuyo error principal habría consistido en una incorrecta lectura de la realidad) y, finalmente, la exaltación de la personalidad y actividad política de Salvador Allende.En primer lugar, el Presidente cree "que en toda sociedad hay intereses encontrados, hay clases sociales antagónicas" y que "esto de la lucha de clases no es una invención de los marxistas, es algo que existe, porque hay intereses distintos." Aunque estima que "nadie anda fomentando luchas de clase," reconoce que "el comunismo en Chile es parte de la historia de este país" y estima que "el Partido comunista participó en la política chilena dentro de las reglas del sistema democrático," teniendo el PS "cincuenta años de historia común" con los comunistas. Por lo tanto, hay conflicto de clases y, dentro de él, los partidos de izquierda han actuado juntos en defensa de una de ellas, aunque el P.S., estima Lagos, no ha hecho uso de la violencia.Cree el líder socialista que "el Chile de 1970 obedecía a una determinada evolución de la sociedad chilena" y que en ese momento "la Unidad Popular fue la respuesta." Estima que ese gobierno se enmarca en las "visiones totalizadoras que los políticos de la época intentaron hacer" y que los partidos de izquierda "lo único que hicimos fue continuar la tendencia del proyecto globalizado." Por eso, "lo que hubo durante el gobierno de Allende fue una ideologización y una polarización tremendamente grande en la sociedad chilena," por lo que afirma que culpar "sólo a un sector de la sociedad" por la pérdida de la democracia le parece "tremendamente injusto".Así, en su visión, el proceso se traga a los actores libres: las fuerzas estructurales se explican por sí solas y entonces las responsabilidades primero se comparten y después -al presentarse como simétricas- se diluyen. Sin precisar fecha, Lagos afirma que "tuvimos un momento donde la violencia imperaba en Chile por todos lados;" y cual espectador privilegiado afirma que él "percibía que muchas de las cosas que ocurrían no se debían a una decisión en esa dirección, sino a un proceso que tendía a desbordarse," porque "las decisiones se fueron escapando de control." De los congresos socialistas de Linares y Chillán, ni palabra.Y aunque Lagos parece acercarse al reconocimiento de las culpas políticas de la izquierda cuando afirma que "el fenómeno cubano es muy importante en América Latina", que Fidel Castro es el "líder de los sesenta" y que la revolución cubana "encandiló a más de alguno," por lo que "el socialismo chileno salta más allá de América Latina y se identifica con la lucha anticolonial de Argelia y luego, muy fuertemente, con la revolución cubana y la fórmula de Fidel Castro para acceder al poder," a continuación se pregunta abiertamente si la responsable de la guerra civil larvada fue la UP o si se dio simplemente una "crisis y enfrentamiento muy fuerte producto de una sociedad polarizada." Obviamente escoge esta última respuesta, porque "para que haya guerra civil ha de haber dos bandos."Como se ve en esta primera parte de la retrospectiva laguiana, ni soñar que pueda pedir perdón. Pero espérese, que aún queda lo mejor.Gonzalo Rojas Sánchez