jueves, diciembre 18, 2014

Una triste Navidad, por Gonzalo Rojas S.






Una triste Navidad,
por Gonzalo Rojas S.


Varios millones de familias -sí, millones- pasarán una Navidad llena de dudas este 2014. Y como las penas a veces se explican por un estado de incertidumbre, realmente millones de familias chilenas tendrán una triste Navidad.


La razón es simple, porque sencillas son siempre las causas de las grandes penas y alegrías: no saber qué va a ser de la educación de sus hijos en marzo próximo. Nada les importa más a esos esforzados padres y madres -y muchos ni siquiera pueden contar con el apoyo del otro cónyuge, porque sus familias nunca se constituyeron o ya se han roto- que la formación de sus hijos. No hay regalo navideño que pueda compararse con la educación que quieren brindarles. El don más importante, el regalo de una Navidad continua, consiste en llevarlos hasta su emancipación, en ayudarles a obtener una posición mejor que la que ellos han tenido en la vida.


Pero la incertidumbre que puede llegar a frustrar esa legítima aspiración se les ha ido transformando en desdichada certeza: muchos entienden ya que la reforma educacional va a terminar muy mal, en un auténtico desastre. Incluso la Presidente ha reconocido que no era su intención iniciarla por donde ha partido -pero, entonces, ¿quién diantres manda en Chile?-, lo que significa que ella misma duda de lo que con tanto empeño empuja. Increíble.


Cada uno de esos padres y madres tiene todo el derecho de enfrentar a Eyzaguirre, de interpelar a Bachelet con una simple pregunta: ¿Y usted quién es para decirme cómo y dónde debo educar a mis hijos? Pero en la práctica no pueden hacerlo; y por eso sufren, porque saben que lo que hasta ahora estaba en sus manos va a salir de ellas, para pasar a las tenazas del Estado.


¿Existirá el colegio de mis hijos en marzo? ¿Cómo organizaré mi presupuesto familiar respecto del copago? ¿Podré escoger un establecimiento que me dé confianza, o el sorteo lanzará al más joven de mis niños a la chuña? Esas son las preguntas que rondan en la cabeza de los padres en estos días (y no es consuelo que otros se estén preguntando: ¿irán a terminar mis hijos el año escolar antes de febrero?). Trabajo para uno de esos colegios, conozco esos sufrimientos.


También, más de 250 mil familias se enfrentarán -poco después de Navidad- al contraste entre aquellos hijos que por sus méritos ingresarán a la educación superior -selección, diosa de la justicia universitaria aún no asesinada- y aquellos otros más jóvenes a los que se pretende privar de todo mérito, para corregir "las desigualdades de la cuna". O sea, en muchas familias se preguntarán: ¿Por qué el ADN que ha recibido el joven, el esfuerzo que sus padres han hecho y el empeño que el mismo estudiante ha puesto son considerados una perversa desviación que para adelante debe corregirse y tratar de eliminarse? ¿Se suprimirá también a corto plazo la selección en las universidades?


Finalmente, sufren también las familias sencillas, porque perciben que es contra ellos, contra los más débiles, que se ha dirigido el ataque de la Concertación y del PC. A ningún padre medianamente razonable se le escapa que a los colegios particulares pagados, el Gobierno -por ahora- los deja tranquilos, porque son más fuertes, porque pesan más.


La paradoja es grotesca: en el nombre del combate a la discriminación, el Gobierno distingue entre distintos tipos de establecimientos y ataca primero a quienes tienen menor poder social y económico, para derrotarlos por separado. Después -porque en su mente el proyecto consiste en estatizar toda la educación- irá con el arpón detrás del pez más gordo.


Unos pasarán ahora una triste Navidad; a los otros, que quizás están todavía insensibilizados, les espera el mismo destino dentro de poco.