jueves, julio 16, 2009

«Caritas in veritate».


«Caritas in veritate»,
por Eugenio Yáñez.

Fiel a la tradición de la mayoría de sus predecesores desde León XIII en adelante, Benedicto XVI promulgó el 29 de junio «Caritas in veritate», su primera encíclica social y tercera en su pontificado.


¿Por qué una nueva encíclica social? ¿Acaso el magisterio social precedente no se había pronunciado sobre estos temas? Sin duda, pero desde Populorum progressio (1967) y Sollicitudo rei socialis (1987) el mundo ha cambiado considerablemente. No sólo enfrentamos nuevos problemas y desafíos, sino también experimentamos una desproporción muy grande entre el desarrollo científico-tecnológico y el moral-espiritual, que se ha estancado o empobrecido. Para aspirar a un “desarrollo auténtico”, nos dice Benedicto XVI, se “necesitan unos ojos nuevos y un corazón nuevo, que superen la visión materialista de los acontecimientos humanos y que vislumbren en el desarrollo ese «algo más» que la técnica no puede ofrecer”. A diferencia del pontificado de Pablo VI, “hoy es preciso afirmar que la cuestión social se ha convertido radicalmente en una cuestión antropológica” (N° 74). Este, me parece, es uno de los grandes aportes de la encíclica: recordar y/o constatar que la verdadera crisis no es económica, financiera o política, sino que ellas son el reflejo de una mucho más profunda: la crisis del hombre, que ha expulsado a Dios de la vida pública, que se muestra indiferente frente a la caridad y que relativiza o rechaza la verdad. De este modo, un auténtico desarrollo humano es inviable, no porque no dispongamos de los medios técnicos o económicos para lograrlo, sino porque nuestro corazón se muestra indiferente ante la caritas in veritate, “principal fuerza impulsora del auténtico desarrollo de cada persona y de toda la humanidad”.


Pero no hay que engañarse, esta encíclica no es un lamento pío. Es un llamamiento e invitación a “todos los hombres de buena voluntad” a desarrollar y practicar un nuevo ethos que tenga en cuenta la íntima relación entre el respeto a la vida y su proyección en los temas económicos, políticos, sociales y culturales vinculados al desarrollo, pues “no hay desarrollo pleno ni un bien común universal sin el bien espiritual y moral de las personas, consideradas en su totalidad de alma y cuerpo” (N° 76).


En un tono de optimismo realista, Benedicto XVI deposita, entonces, sus esperanzas mucho más en las personas que en las instituciones: la posibilidad de alcanzar un auténtico desarrollo humano no depende principalmente de estructuras políticas, económicas y sociales justas, como de personas que amen el bien, la verdad y la belleza.

lunes, julio 13, 2009

EL BAUTIZO DE MANUEL MARULANDA.


EL BAUTIZO DE MANUEL MARULANDA

por RAFAEL GUARÍN (*)


Toda organización terrorista necesita un discurso que explique su existencia y justifique el empleo de la violencia. Las Farc no son la excepción. Para eso realizan intensas campañas de propaganda que subrayan supuestas “causas estructurales” que dan origen y mantienen el conflicto, al igual que se arrogan ser una respuesta a la agresión del Estado. Que esa sea la argumentación guerrillera, vaya y venga, están en lo que están. Lo curioso es que la abrumadora mayoría de quienes escriben sobre estos temas terminan, por falta de investigación, deformación ideológica o ignorancia (otros por complicidad), repitiendo el enfoque fariano.


Dedicaré algunas columnas al tema. Un primer ejemplo, muy significativo, es la iniciación de Pedro Antonio Marín en las guerrillas comunistas. Si bien es cierto que luego del 9 de abril de 1948 Tirofijo integró con familiares un primer grupo armado liberal, en medio de la cruenta violencia bipartidista, no es menos cierto que su decisión de convertirse en guerrillero se enmarcó dentro de la estrategia de combinación de todas las formas de lucha, aplicada por el Partido Comunista.

La decisión de organizar guerrillas para adelantar la revolución se disfrazó, a finales de los años cuarenta, bajo la consigna de autodefensas campesinas. En realidad, se trataba de una estrategia orientada a organizar colectivos armados y otorgar legitimidad al uso de la violencia, excusándose en la problemática social y la ausencia de Estado. Los comunistas con destreza manipularon y convirtieron en insurgentes a algunos de los grupos que expresaban el sectarismo liberal – conservador.

Hacia 1952 Pedro Antonio Marín, Tirofijo, no tenía idea de la lucha de clases, tampoco de los señores Marx, Engels y Lenin. Ni siquiera sabía dónde quedaba la URSS, mucho menos se alcanzaba a imaginar que el Manifiesto Comunista sacraliza la violencia como instrumento de acción política. No fue iluminación divina la que le trajo a ese campesino las convicciones revolucionarias. Tampoco el Partido Liberal de sus ancestros. Fue el Partido Comunista.

De hecho, ese partido es quien se inventó a las Farc y al propio Manuel Marulanda. No lo digo yo. Lo dice el biógrafo e historiador oficial de Tirofijo y de la guerrilla, Arturo Alape. Leerlo no es precisamente un placer, es más bien un fastidioso sacrificio, pero, ante todo, una obligación si se quiere conocer la trayectoria fariana. Alape, cuenta en uno de sus libros el surgimiento de Marulanda, capítulo que omiten los “analistas del conflicto” y la escasa literatura sobre la guerrilla.

En el asentamiento armado de El Davis, dos miembros del Partido Comunista al clausurar un curso de formación política le hicieron una propuesta a Pedro Antonio Marín. Según las palabras de éste, que trascribe Alape, le dijeron:

“Hola, por qué vos no te ponés el nombre de Manuel Marulanda Vélez y te bautizamos aquí mismo en la escuela de cuadros del partido; la escuela marxista leninista te deja ese nombre como una cuestión de estímulo, para que lleves el nombre del dirigente obrero asesinado y lo lleves bien en alto”.

Tirofijo, le dijo a Alape que les contestó de la siguiente forma:

“El nombre me parece muy bueno, pero que lo pueda llevar yo, no sé, es demasiada la responsabilidad. Pero con tal de que me quiten ese apodo de Tirofijo – nadie en absoluto me bajaba de Tirofijo – y en mi interior era mi ánimo el de quitarme ese apodo, por ello estaba dispuesto a aceptar el nombre de Manuel…”

“¡Claro! Lo bautizamos Manuel Marulanda Vélez y el Pedro Antonio Marín pasará al olvido y así quedará en las actas de clausura del curso para el futuro de la revolución y quedarás nombrado desde hoy, nombrado con un nuevo nombre, dijeron ellos.

Se pararon los estudiantes y los profesores y me dieron un fuerte abrazo. ¡Felicitaciones Manuel Marulanda Velez! Así me bautizaron políticamente Manuel Marulanda Vélez.”

Frente a la adopción de su alias, Tirofijo narró que no lo hizo “por voluntad propia…, sino por voluntad de otros”. Esos otros eran los miembros del Partido Comunista. Al bautizarlo le endilgaron la responsabilidad de construir el aparato armado de la revolución. El terrorismo, las masacres, las minas antipersonales, las emboscadas, los desplazamientos, los secuestros y las actividades de narcotráfico, no obedecen a “las causas estructurales que le dieron origen al conflicto armado”, de acuerdo al discurso de las Farc, sino a la decisión libre y voluntaria del Partido Comunista de tomarse el poder, combinando su actividad legal con acciones ilegales, a través de un grupo armado que solo hasta 1964 se presentó públicamente: las Farc.


(*) Rafael Guarín escribe columnas de análisis político para "El Nuevo Herald" (Miami - USA) y la Revista Semana on line (Colombia). Es comentarista del programa Hora 20 de Caracol Radio.

www.rafaelguarin.blogspot.com