viernes, abril 16, 2010

A sólo 30 días, por Sergio Melnick.


A sólo 30 días,

por Sergio Melnick.

Desde el día Uno, la Concertación ha hecho una crítica despiadada al Gobierno. Algunos cuestionamientos quizás con fundamento, pero la mayoría odiosillos e innecesarios. La invitación a crear unidad nacional fue simplemente despreciada, sin siquiera el beneficio de la duda. Lástima por el país, pero ésas son las reglas del juego. Allamand dijo que la política era sin llorar, y tiene toda la razón. La Concertación debe ejercer su oposición y darle un carácter propio. Lo que se aprecia hasta aquí, sin embargo, no es bueno. No hay que olvidar que es un grupo muy heterogéneo de ideologías cuya principal unidad se daba “contra algo”, en su momento Pinochet. Ahora sufre la derrota y el exilio del poder, que ya se había transformado en una forma de vida.


Hoy instintivamente tratan de unirse en contra de Piñera, porque no tienen realmente propuesta. La que tenían fue rechazada por los votantes. Y las diferencias que hay entre ellos son insuperables ideológica y éticamente sin Pinochet, y Piñera no lo es. Los partidos de esa coalición son realmente muy distintos y fueron históricamente terribles adversarios políticos. Las diferencias no son malas en sí, pero es difícil juntar el agua con el aceite. La DC luchó decididamente contra Allende. A su vez, el mal llamado progresismo de la izquierda va de frente contra las creencias más básicas de la DC. El PPD agoniza por pugnas internas y lejos del poder tiene poco que ofrecer. El PRSD se desvanece por la historia. La misma DC perdió un millón de adherentes producto de su alianza con la izquierda. El PS, sin Unión Soviética que apadrine y con una Cuba a punto de morir, también se desbanda, y Chávez no enorgullece a nadie; en la última elección presidencial, hubo 3 candidatos que provenían de ese partido (Navarro, ME-O, Arrate). El PC, incólume como siempre, pero sólo aporta el 4% y no tiene mucho respeto por la Concertación, de la que fue oposición todo el tiempo.


De los 20 años que gobernó la Concertación, la primera mitad fue claramente mejor que la segunda. En esta última, el país bajó su dinamismo a la mitad, perdiendo así la posibilidad de ganar la batalla contra la pobreza y de llegar al desarrollo. Es curioso que nadie se acuerde de la promesa de Lagos de crear 200 mil empleos al año, exactamente la misma de Piñera, duramente criticada por la Concertación. Por cierto, Lagos no cumplió; probablemente Piñera sí lo hará. Los últimos 4 años de la Concertación fueron los peores. La productividad cayó año tras año, el crecimiento fue el menor de los 4 gobiernos y hasta fue negativo en 2009. El gasto se desbocó... incluso se comieron parte importante de los recursos del cobre que se suponían ahorrados. El desempleo fue persistentemente alto. La corrupción y la delincuencia fueron el orden del día. A eso se sumaron problemas de gestión en decenas de entidades estatales. Por eso, reitero que popularidad no es lo mismo que buen gobierno. La población así lo dijo.


Es notable que en el “cónclave” del lunes Bachelet fustigara al gobierno por los conflictos de interés, olvidándose de sus propios conflictos ideológicos que le impidieron convocar a las Fuerzas Armadas oportunamente frente a la emergencia. En un caso involucra recursos, en el otro, vidas. Juzgue Ud.


Para este año se ven 4 grandes cosas. Lo primero es que Piñera seguirá armando su Presidencia sistemáticamente, de menos a más, tomando el pulso y total control del aparato estatal a mediados de año. El terremoto como tema noticioso se va a diluir completamente en los próximos 90 días, y se reducirá a casos aislados de reclamos. En ese momento lo relevante volverá a ser la agenda general de desarrollo. Segundo, la Concertación aumentará sus conflictos internos, agravados por las nuevas directivas de partidos que no dejarán a nadie contento. Las disidencias seguirán a la orden (la Concertación dejó de ser tal desde el gobierno de Bachelet, que partió despreciando a los partidos: no por nada Lagos sostuvo que la derrota era evitable). ME-O tratará de levantar su partido, pero sin resultados. Tercero, desde el segundo semestre se sentirá con fuerza el dinamismo de la economía cambiando el ánimo y el tono del debate, especialmente por el aumento del empleo. Finalmente, el Congreso empezará a mostrar el poder de las minorías y se transformará en un gran pantano legislativo.


jueves, abril 15, 2010

Ser democratacristiano hoy, por Gonzalo Rojas Sánchez.


Ser democratacristiano hoy,

por Gonzalo Rojas Sánchez.

¿Habrá algún DC que no reconozca que su partido vive hoy momentos muy difíciles? Y, claro, no se trata del Padena o de la API, sino de una de las colectividades más relevantes en la historia de Chile en los últimos 70 años, por lo que es toda la política chilena la afectada.

Derrotado su reciente candidato presidencial; descolocada su dirigencia concertacionista por el progresismo ilimitado de sus socios; desanimadas sus bases por la indefinición de sus dirigentes, todo le tiembla, más allá de una exitosa elección de senadores. Una triple D —derrota, descolocación y desánimo— inunda la conciencia democratacristiana. Es cierto que ese órgano clave —que hace de válvula de seguridad en la vida personal y colectiva— hace ya años que en la DC no funciona como debe, pero también es efectivo que los viejos falangistas todavía se preguntan cómo es posible que haya sucedido todo lo que les pasó; se interrogan sobre tantas cosas mal hechas y apenas encuentran respuestas.

“La defensa del hombre amenazado en su realidad espiritual antes que en las estructuras más exteriores, y la defensa de ciertos valores universales es la tarea urgente”, afirmaba un autor. Y otro añadía: “Los acontecimientos de la política nacional, las nuevas orientaciones del pensamiento católico, las directivas pontificias y otras causas contribuyeron a formar una generación juvenil de acusados perfiles propios, que encerraba valores indiscutibles y manifestaba definida personalidad, dentro de amplia y consistente homogeneidad”.

Eso fue la DC originalmente: convicciones fuertes, junto a organización y mística, para defenderlas y promoverlas. Son citas que los viejos falangistas reconocen de inmediato y a las que adhieren con reverencia. Pero son sentencias que los actuales DC —en su mayoría, buenas personas— consideran quizás algo ñoñas o beatas.

Si aún las valoraran, de ninguna manera la Democracia Cristiana exhibiría una confusión tan grande sobre qué es la persona humana y qué implica proteger su dignidad y su trascendencia.

Porque el principal error de la DC actual no está en sus concepciones estatistas, ni en su desmesurado democratismo, ni en algunas de sus fórmulas económicas fracasadas, sino en la manera gelatinosa en que el partido conceptualiza sobre el ser humano.

Y si tuvieran en cuenta aquellas antiguas afirmaciones, no temerían asumir un camino propio, depurado del mesianismo de los 60, pero fuerte en perfiles bien diferenciados. Por el contrario, hoy la DC aparece en tantas materias simplemente como otro PPD, sólo que disfrazado con ropajes algo clericales cuando la amenaza progresista toca a degüello.

Finalmente, si consideraran aquellas frases como vigentes, no habrían facilitado la presencia en el Congreso —sí, en listas comunes— de quienes niegan todos y cada uno de los presupuestos cristianos del orden social y, de paso, han combatido con energía a los propios falangistas desde su origen, allá por fines de los años 30. Pero lo que les espera es todavía peor si no reaccionan: rendirse a una alianza aún más amplia con las izquierdas, con ese PC presente y creciente, bien amparado en sus variados socios.

(Por cierto, las citas referidas corresponden a Eduardo Frei Montalva y a Alejandro Silva Bascuñán, respectivamente).

Lo que haga la DC —podría pensar alguien— es problema de ella. No: ciertamente, puede ser problema y drama para Chile y, en especial, para la UDI y su necesidad de aprender de los errores falangistas.

Desgraciadamente, siempre cabe la posibilidad de que clame algún democratacristiano: ¡Que no nos vengan a dar lecciones desde fuera!

¿Y de dónde si no?


martes, abril 13, 2010

Cónclave fundacional,

por Cristina Bitar.

Los últimos días se ha intensificado el debate sobre la Concertación. Las recriminaciones sobre la causa de su derrota y las discusiones sobre su renovación anuncian un encuentro con marcada incertidumbre. Merece algunas reflexiones el proceso de este conglomerado político. Con todo su desgaste y los excesos en que cayó en materia de cuoteos políticos y acusaciones de corrupción, es indudable que llegó a ser una coalición de centroizquierda seria y cuyos presidentes actuaron con sentido de Estado. En el concierto latinoamericano este grupo ocupa un lugar destacado, muy lejos y por encima de otros grupos de izquierda que han abandonado elementos esenciales del régimen democrático, como sucede con el chavismo en Venezuela. No cayó en los caudillismos, se institucionalizó y gobernó en forma moderada. No obstante ello, con una sabiduría notable, el país premió a la Presidenta Bachelet, su última gobernante, con un apoyo histórico al mismo tiempo que votaba la opción del cambio que representaba el Presidente Piñera.

A Chile le hace bien una Concertación moderada, moderna, renovada, que se constituya en una alternativa de gobierno que estimule a la Coalición por el Cambio a hacer un gobierno eficaz. La competencia en política, igual que en el mercado, es el mejor incentivo para una adecuada asignación de los recursos, de los esfuerzos y los talentos. Por eso al gobierno del Presidente Piñera también le conviene una Concertación ordenada, haciendo su trabajo opositor con seriedad y eficacia. De ello sólo resultan fortalecidos el sistema político y nuestra democracia.

Para esto la Concertación requiere renovación; no pueden seguir los liderazgos y estilos desgastados y corroídos por el paso del tiempo y el ejercicio del poder. Esa renovación sólo puede llegar de la mano de líderes como Claudio Orrego, Ricardo Lagos Weber, Carolina Tohá o Patricio Walker. Si la Concertación no hace una opción clara por estos liderazgos y se proyecta como una coalición socialdemócrata renovada y moderna, digna opción de centroizquierda en cualquier país desarrollado, lo más probable es que caiga en una espiral de conflictos internos, luchas de poder y recriminaciones que terminarán por sepultar el espíritu societario que alguna vez tuvo. Es hora de que los que construyeron la Concertación para ganar el gobierno en la década de los ochenta y gobernaron con éxito en la década de los noventa, abran paso a los que tienen que liderarla en la segunda década del siglo XXI.

En ese sentido, el cónclave de la Concertación tiene que tener un sello fundacional, fijar una hoja de ruta que marque el estilo de oposición y de relación con el gobierno. A ratos parece que hay dirigentes de la Concertación que se quedaron pegados en los ochenta y que no asumen, ni entienden, que estamos en la normalidad democrática y que el Presidente Piñera y su gobierno tienen plena legitimidad democrática y deben relacionarse con ellos de manera respetuosa, institucional y constructiva. En las últimas semanas, la Concertación ha debido enfrentar dos desafíos que ponen a prueba su capacidad de estar a tono con los tiempos: la situación de Cuba y su proceso de renovación. En lo primero la DC ha actuado impecable; es más, la posición de Patricio Walker pidiéndole al gobierno una postura clara respecto al respeto de los derechos humanos en China me interpreta plenamente. Esa es la senda y el tipo de liderazgo que pueden dar vida a una coalición heredera de la Concertación que luchó por recuperar la democracia y que hoy puede ser nuevamente una opción de futuro, dejando atrás a los que, por muchos méritos que hayan podido tener, se quedaron en el pasado.