El mundo da muestras evidentes de complacencia ante la inminente inauguración de los juegos Olímpicos de China, Beijing 2008.
Rápidamente se han olvidado las detenciones de opositores, las masacres a las que han sometido al pueblo o de la falta de libertades.
Paradójico resulta que se le pusiera problemas a la delegación iraquí para ir a estas fiestas deportivas a realizarse en una dictadura atroz.
No creemos que sea bueno contaminar la actividad deportiva con la política, pero tampoco es aceptable que se use el deporte para cohonestar un sistema salvaje.
Consideramos una inmoralidad el accionar del mundo libre, que se ha convertido en cómplice de las matanzas comunistas.
Quizás lo único positivo de esta justa olímpica es que el pueblo chino podrá vislumbrar por algunos días lo que es la libertad.
China se ha convertido en un gigante industrial que mantiene bajos costos de mano de obra gracias a la feroz dictadura comunista.
El crecimiento del gigante rojo se ha producido por la inconciencia capitalista, que como dijo Marx, les ha vendido la cuerda para que los cuelguen.
Dios ha sido prohibido, la esclavitud es permitida, no existe libertad de prensa, las mujeres son de categoría inferior. China es una bofetada a los hombres libres.
A nadie parece importarle el destino de esos mil trescientos millones de habitantes que viven miserablemente gracias al comunismo.