lunes, mayo 26, 2008
La clase media se muere…
Para la mayoría de las dueñas de casa, también para los hombres, se ha convertido en una experiencia difícil ir a realizar las compras del mes a un supermercado, los precios son remarcados a diario, mientras nuestros escuálidos ingresos no son reajustados casi nunca. La publicidad nos llama desesperadamente a consumir, mientras debemos hacer filigranas para alimentar a los nuestros.
Los lácteos, el pan, la carne, las verduras, las frutas, el arroz, los cereales, se están transformando en manjares inalcanzables y lo que es peor, lentamente se esta deteriorando la alimentación familiar. Comenzamos por rebajar la calidad a los productos más baratos esos con marca del supermercado, pero ya las alternativas también están fuera de nuestro alcance.
Antes bastaba con trabajar para poder satisfacer las necesidades básicas de mantención de la familia y hasta alcanzaba para en algunas oportunidades poder darnos algún gusto extra. La Inflación que se ha desatado simplemente ha exterminadlo nuestro poder consumidor y la familia comienza a sentir como aprieta el estomago el cinturón imaginario de la pobreza.
Para nosotros, que somos de esa vilipendiada clase media, a la que se moteja de rica, no existe ningún tipo de ayuda, todo lo contrario, somos asfixiados con impuestos monstruosos que se nos aplican por el delito de tener un automóvil, intentar vestir de manera decente o por la compra de los productos más indispensables. Somos el jamón del sándwich entre un estado rico y los más pobres.
La situación se complica, pero los dividendos siguen subiendo con la maldita Unidad de Fomento, la colegiatura de los niños llega a tener valores irracionales y las Universidades han llegado a tener aranceles que son simplemente impagables. Pero hay que pagar, porque o si no al DICOM y desaparecemos del mundo de los simples mortales.
Las grandes tiendas conocedoras de la situación han emitido millones de tarjetas de crédito, muchas de ellas sin tomar los mínimos resguardos y de manera bastante irresponsable, y estamos cayendo en el absurdo de endeudarnos para satisfacer las necesidades básicas, ciertamente a intereses que resultan simplemente monstruosos y que cavan a diario nuestra tumba.
Se habla mucho de la clase media, que sin duda es la que mueve el país, la que innova, pero llegado el momento de necesitar ser salvada, en el mejor de los casos recibimos un salvavidas de plomo, en calidad de crédito, que termina por arruinar para siempre nuestras vidas.
No queremos dadivas, no queremos regalos, queremos que ahora que el Estado esta archimillonario tenga misericordia de nosotros, nos rebaje impuestos irracionalmente altos, como el de los combustibles o el IVA, y proporcione las condiciones para que podamos poner en marcha nuestras capacidades creando empresas que produzcan y proporcionen trabajo.