viernes, octubre 12, 2007
Cartas enviadas por el MDS a la Presidente Bachelet y al Papa Benedicto XVI
Santiago, 09 de Octubre de 2007.
Excelentísima
Presidente de la República de Chile
Sra. Michelle Bachelet Jeria
Presente
En atención a su próximo viaje a la Santa Sede para entrevistarse con Su Santidad Benedicto XVI, en nuestra calidad de civiles y uniformados en retiro pertenecientes al Movimiento 10 de Septiembre y cuyas familias mantienen una fuerte raigambre cristiana y devota, así como agradecidas de la obra del régimen militar, hemos querido dirigirnos a Usted para reflexionar respecto de este encuentro.
En efecto, esperamos que su cita con el Santo Padre, sirva para orar y reflexionar respecto de los dolorosos sucesos vividos por nuestro país hace más de 30 años y ayudar como chilenos al verdadero reencuentro de una sociedad dividida, encontrar la paz, el perdón y la sana convivencia entre quienes pensamos diferente.
Bien sabemos tanto por su pasado como por el nuestro, que las circunstancias por las que debimos transitar desde fines de la década del 60 en nuestro país, nadie desea vuelvan a repetirse. Que la descalificación, el resentimiento, la desesperanza, la violencia y el odio no sigan corroyendo nuestro país. Que la convivencia pacífica, el desarrollo, el entendimiento y el respeto a las libertades y a formas de pensar distinto sean una cotidiana realidad.
En pleno siglo XXI no se concibe puedan imponerse sistemas con ideas totalitarias, ni regímenes carentes de respeto por las minorías, que excluyan a quienes piensan diferente o sean adversarios políticos. En este marco es que confiamos que su encuentro con el Santo Padre nos ayude a reflexionar sobre el valor de la paz y el perdón. Ver a nuestro país con ojos distintos, con una mirada generosa que abra las puertas a un auténtico reencuentro entre todos los hijos de esta tierra, sin exclusiones.
Muchos son los uniformados que hoy deben enfrentar la prisión por hechos ocurridos hace más de 30 años. Del mismo modo, muchos son los combatientes, subversivos y terroristas que hoy gozan de plena libertad, el olvido y el perdón, así como de la compensación económica del Estado. Todos quienes participaron de una u otra forma en el pasado reciente de nuestra historia patria, han tenido la oportunidad para reinsertarse en la sociedad, exculpar sus pecados, reflexionar respecto de lo bueno o malo que hicieron y en su fuero íntimo pedir perdón al santísimo por las omisiones, errores o injusticias que pudiesen haber cometido contra otros compatriotas.
El caso de cientos de compatriotas civiles y uniformados no está ajeno a estas culpas y errores. Sin embargo, creemos que transcurridos más de 30 años de los sucesos que nos enfrentaron un día, es hora de perdonar, olvidar y reencontrarse por el bien de las generaciones futuras.
Conociendo la experiencia histórica de otros pueblos, no existe instancia más apropiada en la legislación internacional para una sana convivencia, que la Amnistía sin distinción, donde se expresa una auténtica voluntad de pacificación y concordia entre los hombres en sociedades que han sufrido graves conflictos, por lo que nuestro país no debiera ser la excepción si queremos una verdadera reconciliación.
Nada obstaculiza que nuestro país pueda tener una mirada distinta próximo al bicentenario. Las naciones que han vivido sus peores momentos y conflictos han tenido un instante de reflexión y sus líderes una visión de futuro generosa e indulgente..
Quisiéramos como compatriotas encontrar mediante su visita al Santo Padre, la bendición necesaria para una respuesta generosa que claman cientos de compatriotas ex uniformados que aspiran a su libertad y permitirles reinsertarse en la sociedad, al igual que usted y cómo miles de chilenos que lo hicieron de regreso a la madre patria. Asimismo, no olvidemos que hubo miles de beneficiados por la ley de amnistía de 1978, y numerosos indultados y beneficiados con rebajas de penas y extrañamiento.
Los condenados y privados de libertad son personas por sobre todas las cosas. No los anima ni el odio, la venganza ni el rencor, simplemente poder terminar sus días en libertad junto a sus familias y seres queridos, reconciliados con Dios y nuestra patria.
Si en la cruz de su agonía, Jesús tuvo la grandeza de pedir perdón por quienes lo habían ajusticiado, como creyentes y cristianos sólo aspiramos a pedir perdón y a demandarlo de quienes hoy los están juzgando.
Que Dios bendiga e ilumine a nuestras autoridades.
Movimiento 10 de Septiembre de 1973
Directiva del MDS.
Santiago de Chile, 09 de Octubre de 2007
Excelentísima Santidad
Papa Benedicto XVI
Presente
En nuestra calidad de miembros de un grupo de ciudadanos chilenos, civiles y militares, de sólida formación católica y raigambre cristiana, deseamos dirigirnos a Su Santidad, a fin de poder elevar nuestras plegarias por la paz y reconciliación en nuestra querida República de Chile, a propósito de la próxima visita que le efectuará la Presidente de la República de nuestro país Sra. Michelle Bachelet.
Como ex uniformados y civiles, fuimos actores y testigos directos de las graves convulsiones políticas y sociales que derivaron en la instauración del gobierno de las Fuerzas Armadas y de Orden y que gobernaran nuestro país entre 1973 y 1990. Nuestras vidas se vieron enfrentadas sin quererlo ni buscarlo, a situaciones difíciles y dolorosas para la historia patria. Sin embargo, transcurridos más de 30 años, se ha establecido la democracia que forjamos y reconstruimos con amor y esfuerzo, asumiendo el poder una coalición política que entre sus diversos partidos integrantes, cuenta con algunos de fuerte raigambre socialista y atea que han impuesto un doloroso “ni perdón ni olvido” a nuestros hombres de armas que lucharon contra la subversión y el terrorismo marxista por la libertad de Chile.
Dadas las circunstancias, debimos asumir diversas responsabilidades públicas y actuar no sólo en defensa de nuestros ciudadanos, sino, reconstruir una nación colapsada institucionalmente y dividida social y políticamente, lo cual hicimos siempre teniendo a Dios por delante y buscando lo mejor para nuestra patria y sus habitantes. Como jóvenes uniformados y civiles, pertenecíamos a familias unidas y cristianas, con una formación valórica, respetuosa de las tradiciones patrias y carentes de odio, rencor o venganzas.
Sin embargo, debimos afrontar diversas adversidades propias de los avatares políticos de una época caracterizada por el enfrentamiento ideológico entre el mundo libre y los países dominados por la órbita soviética, debiendo luchar además, contra la pobreza, el terrorismo, la violencia revolucionaria, el odio entre hermanos y contra el intervencionismo extranjero que apoyó la lucha armada. Hicimos lo que mejor pudimos o supimos para salvar nuestra joven nación, sus instituciones y familias y así entregarle a los chilenos una República libre y soberana.
Los resultados están a la vista; somos el país del continente con mayor PIB per cápita, el que posee la mayor estabilidad económica, política y social de la región, el país que más ha crecido en los últimos 10 años, el que posee el mayor índice de alfabetismo y de menor mortalidad infantil y donde se respetan sus instituciones y autoridades públicas y privadas.
No obstante, para llegar a ello debimos transitar el camino doloroso de la violencia, la incomprensión y el odio de ciertos chilenos que hoy detentan el poder. La misma intolerancia y resentimientos de un pasado que creíamos superado, ha vuelto a enfrentarnos nuevamente con nuestros adversarios, pero ésta vez, en trincheras diferentes, ellos en el poder, nosotros encarcelados, humillados y olvidados en la indiferencia. Si bien podemos entender el dolor de muchos chilenos quienes se vieron afectados por los sucesos ocurridos entre 1973 y 1990, y que pudieron haber herido el alma nacional, tampoco es menos cierto que la dictación de la Ley de Amnistía en 1978 benefició a miles de activistas y subversivos que empuñaron las armas en contra nuestra y gozan de plena libertad desde entonces.
Tal vez cometimos errores, sin embargo nada justifica continuar mirándonos con resentimiento, o persistir en acciones de odio y venganza que en nada contribuyen a mantener la paz y una sana convivencia como hijos de una misma tierra y en abierta contradicción con la fe cristiana y el amor que Cristo nos enseñó a mantener entre hermanos.
Como soldados disciplinados, muchos de nosotros hemos debido enfrentar una serie de juicios muy injustos y arbitrarios, donde numerosos jueces aplican leyes inexistentes en nuestro ordenamiento jurídico, pero amparados en leyes internacionales no ratificadas en nuestro país. La NO aplicación de leyes de prescripción y amnistía a los ex uniformados, plenamente vigentes y centenarias en nuestra institucionalidad jurídica y republicana y de principios como el de “pro reo”, sumado a sentencias basadas sólo en presunciones, sin pruebas y por hechos que finalmente ocurrieron hace más de ¡30 años!, nos imponen hacer todos los esfuerzos posibles para tratar de revertir tanta desigualdad e inequidad de nuestros tribunales, los que se han transformado en verdaderas cortes de injusticia.
Muchos son los ejemplos en el mundo donde vencedores y vencidos que se enfrentaron en el pasado, terminan dándose la mano, superando juntos y en concordia sus diferencias, por el futuro de sus naciones. Es también nuestro deseo y nuestro clamor, que se expresa en un sentimiento honesto y responsable de reconocimiento de nuestras culpas y errores.
Como hombres de armas fuimos llamados por la civilidad a cumplir patrióticamente nuestros deberes de soldados, siendo muy jóvenes e inexpertos, con grandes ideales, creyendo en nuestra causa donde cada cual intentó hacerlo de la mejor manera posible, No somos delincuentes, no somos terroristas, no somos hombres de violencia u odio. Somos seres humanos con un profundo sentido cristiano, que anhelamos estar con nuestras familias, vivir en paz con nuestros hermanos y con el corazón abierto a la comprensión y tolerancia, donde no nos anima ningún propósito contrario al reencuentro e interés nacional.
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Creemos firmemente que ha llegado el momento de superar estos hechos ocurridos hace más de tres décadas y encaminar nuestros esfuerzos con una auténtica voluntad de reconciliación nacional y terminar con nuestras diferencias y descalificaciones.
Santo Padre, en nombre de Dios todopoderoso, de su infinita bondad y misericordia, por la unidad entre los hombres de esta tierra, es que queremos hacerle el más fervoroso llamado para que escuchen nuestras súplicas, para pedir perdón por quienes hayamos podido ofender, pero a la vez, se nos mire con indulgencia y sin rencor, para permitir que se cierren definitivamente las heridas de nuestro pasado más reciente en nuestra historia patria y se posibilite finalmente excarcelar y reinsertar a decenas de compatriotas para que puedan terminar sus días en paz, viviendo en libertad junto a sus familias, reconciliados con Dios, la patria, su pasado y sus semejantes.
Elevamos nuestras plegarias al todopoderoso para que por su intermedio nos permita mirar con optimismo, esperanza y humildad una generosa actitud de nuestros gobernantes. Para que su encuentro con la actual Presidente de la República de Chile, sirva para reflexionar sobre los duros momentos vividos hace más de 30 años en nuestra querida patria, Para que en la solemnidad y el silencio de vuestro encuentro, en el amor a Dios, el respeto y convicción a sus enseñanzas y en la más profunda de las oraciones, se pueda hacer presente un acto generoso de perdón y reconciliación, dándose la oportunidad para un verdadero reencuentro y volver a mirarnos a la cara entre los chilenos.
Confiamos y rogamos a Dios y a vuestra Santidad, pueda encontrar en la Presidenta, la caridad y bondad necesarias para poner fin a los días de encierro y otorgar la pronta libertad a cientos de chilenos ex uniformados para que en el ocaso de sus vidas vuelvan a estar con sus familias y seres queridos.
Con nuestro mayor respeto, humildad y sincera devoción, saludan a Su Santidad,
Movimiento 10 de Septiembre de 1973
Directiva del MDS.
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