Fecha edición: 19 de Marzo de 2007.
No cabe duda, simplemente hemos sido engañados por campañas psicopoliticas que han trastocado la realidad y con las que pretenden destruir nuestros valores con el claro objeto de expropiarnos nuestra libertad.
La Historia Republicana de los países de nuestra Hispanoamérica ha estado jalonada de hechos de inusitado heroísmo, actos de entrega dignos de santos y ha tenido algunas administraciones simplemente notables.
Lo paradójico es que los “historiadores” rojos han vuelto las cosas al revés, transformando a los héroes en verdaderos villanos, a los santos en seres despreciables y a las administraciones honestas y progresistas en horrorosos.
Como contrapartida han comenzado a ensalzar a verdaderos criminales, que además de destruir la convivencia pacifica de nuestros pueblos, han arrasado nuestro sistema valórico y han puesto en riego la permanencia de nuestras naciones.
A modo de ejemplo, y no precisamente porque no hayan más, citaremos el caso de Salvador Allende en Chile, el General Juan José Torres en Bolivia y el del General Perón en la Argentina.
Allende destruyó a la nación chilena, social, moral, política, institucional y económicamente, sin embargo hoy es presentado como un exitoso gobierno digno de ser imitado.
Juan José Torres, se apoderó del gobierno mediante un golpe de estado, y no encontramos en un recorrido por Bolivia algún rastro positivo de su administración, sin embargo los rojos lo ensalzan.
Perón, que solo se sostuvo por su cercanía con el fascismo y su comercio con occidente, realizó una de las gestiones más nefastas para la hermana Argentina, manteniéndose en el poder gracias al populismo de Evita.
Hemos sido cómplices de esta superchería con que han falsificado nuestra historia, sea por cobardía de enfrentar estas “verdades” fabricadas por la publicidad, por comodidad que nos ha encerrado en nuestra problemática personal ó simplemente porque no hemos sido capaces de salir a la lucha.
Para nosotros, pocos pero firmes, la verdad es un valor trascendente que merece y debe ser defendido, transformando en despreciables a aquellos que por cualesquier motivo esconden su cabeza, como los avestruces, y aceptan que se siga difundiendo el engaño.
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